El día está siendo muy raro. Los
problemas que me atañen en lo personal, y de los cuales no soy responsable, me
tienen desarmado. Quedan horas por delante y sé que en lo que me queda de
jornada, la empatía del entorno que me rodea seguirá ausente. Sin embargo, no
hay mal que por bien no venga y en estos momentos siento el deseo de contestar
a la manada de ceporros e inútiles que, desde sus aburridas y patéticas vidas,
hacen que hoy me sienta un barriobajero de izquierdas de mucha categoría.
El tonto de Snowden, el listo de Griñán
y su corrupción andaluza, Bárcenas y la estafa de Eurovegas han sido algunas de
las cosas sobre las que he dejado mi opinión en estas últimas fechas. Siempre
digo lo que pienso y eso me tiene cortadas casi todas las relaciones
personales. Creo que con el tiempo me convertiré en un ente de esos que almacena
gatos para no sentirse solo. Hoy por hoy, todavía me sobra todo el mundo y sigo
siendo tan listo, guapo y prepotente como el día en que nací. O por lo menos, a
excepción del calificativo de guapo que yo añadí, es lo que piensa la cantidad
de envidiosos que tengo al lado.
Después de esta introducción que me da
igual no venga a cuento, me gustaría dedicar las siguientes líneas a esas
mentes que, más de persona, parecen una implantación de experimentos realizados
en probetas en periodo de observación y que no dejan de sorprenderme cada día.
Nunca me he fijado en esta cincuentona
carente de encantos, quien ha sido capaz de mantener a un ministro en cartera.
La respetaba por haber sido víctima de un intento de atentado, pero llega un
momento en que desde lo más profundo de mis entrañas me apetece decir “¡qué tonta eres!”.
¿Y por qué? Porque parece mentira que
desde la privilegiada posición que te encuentras, en la que imagino tendrás al
menos acceso al foro del cotilleo político-social de la España de la corrupción, no te des cuenta del
ridículo tan espantoso que haces al defender la inocencia de los elementos
peperos en las operaciones de arquitectura financiera corrupta que ha dejado al
país tiritando.
Herman Tertsch
Hace poco tiempo le dediqué un texto a
este mediático tramposillo – él sabe el porqué – en el que le describía como
extraño, acomplejado, irreverente e incapaz de debatir fuera de la autoridad
que la total falta de cultura le define. Y hoy le vuelvo a plantear lo tonto
que es por ser capaz de echar al baúl del protagonismo, sentencias propias del
mayor egoísta y antipático ser que la evolución haya diseñado. Ser gilipollas
nada tiene que ver con la desconocida para Hermann, Yihad.
"Cuando tienes a 90.000 personas
dispuestas a sacrificar un sábado en un campo de fútbol para escuchar a Dyango
y Peret, pero ante todo a Ramoncín y Paco Ibáñez, estás cerca ya de la fase de
reclutamiento de comandos suicidas para la conquista del harén particular de
vírgenes en el Mas Allá".
Francisco Marhuenda
Sancho Panza siguió a Don Quijote a lo
largo de cientos de páginas de la más bella obra de la historia de la
literatura mundial. Como fiel escudero, acarreaba sus enseres y, desde su
presumible pero falsa incapacidad, hacía de confesor del hidalgo. Lo que nunca
leí es que en alguno de los capítulos Sancho Panza se la chupara a Don Quijote.
Ahí lo llevas, Marhuenda.
Ahí lo llevas, Marhuenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario