domingo, 14 de julio de 2013

La Hipocresía de los Espejos

Nada de lo que en cada uno de nosotros tiene valor está relacionado con lo que a través de nuestros actos nos empeñamos en demostrar que somos.

Un hombre de pueblo me dijo ayer, que nos pasamos la vida empeñados en conseguir asistencia para el día de nuestro entierro. La hipocresía entre los humanos llega a tal punto que para muchas personas, su actual forma de vida no tiene que ver nada con lo que realmente son en su profundidad y hoy forman parte de una ficción capaz de demostrar sentimientos, actitudes, creencias y opiniones que nada tienen que ver con su persona.

Cuidamos de lo que somos en imagen para otros y en ocasiones nos olvidamos de defender lo que más queremos. La evolución hasta la época moderna nos ha hecho olvidar aplicar los mecanismos de supervivencia del propio ego, convirtiéndonos en caricaturas que muestran repetitivos seres sin especialidad ninguna en el arte de eso tan bonito y a la vez tan difícil que se llama vivir.

Siempre quedará en la mente del protagonista de esta historia la facultad de levantar la cabeza y pensar que al menos un día, que hoy ya queda muy atrás, supo decirse a sí mismo que siempre sería mejor vivir luchando contra la dificultad que mirarse en el espejo y pensar en las lecciones de Borges.

Hoy solo quedan recuerdos y volátiles fantasmas que se tornan consistentes a partir del cuarto espejo que libera el sueño. Por lo demás y aunque pensando en diferencia con el resto, el primer actor ha conseguido poner los pies en el mismo estrato que los demás.

Lo que nunca conseguirá, es volver a poder ver el interior de su propio yo a través de las formas de un simple espejo.

La Hipocresía de los Espejos



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