jueves, 13 de noviembre de 2014

Monago y la colombiana

Nos rasgamos las vestiduras por el pequeño incidente que ha salido estos días a la luz en el que se implica a José Antonio Monago.
Imaginemos que un concejal de un pequeño pueblo de Madrid, cansado y con hijos, conoce a una apetecible morena colombiana de exuberantes pechos y culo respingón. La mujer en cuestión es, además, experta en las artes amatorias y no se atasca a la hora de llegar hasta el final en eso que nos gusta tanto a los hombres y que consiste en introducir el pene en la boca. Pensemos también que esta mujer convive con dos gatos en un barrio de las afueras de la localidad donde el edil realiza sus funciones.
Supongamos que este concejal dispone de un abono mensual de 20 euros que el consistorio ha puesto a su disposición para facilitar el acceso a la periferia.
Cansado de su fidelidad al anterior matrimonio y su aburrida vida sexual, casi sin quererlo, este concejal se ve inmerso en una relación que, por comodidad, le obliga a desplazarse hasta la casa de esta gran amante de origen colombiano que, prácticamente a diario y a través un número de felaciones indeterminado, le aporta la felicidad que en forma de eyaculaciones jamás consiguió la que, con anterioridad, había sido su esposa. Ni que decir tiene que los hombres nos contamos esas cosas. También, Monago.
Pues ni más ni menos eso es lo que le ha pasado al Presidente de la Junta de Extremadura. La diferencia entre el ficticio caso que he propuesto y la realidad de lo vivido por Monago, son la distancia y el coste que supone el trayecto que se carga a los ciudadanos.
Un abono mensual cuesta 20 euros y nos da la oportunidad de coger un medio de transporte tantas veces como sea necesario. Un viaje a las Islas Afortunadas es un poco más caro y por eso y por su edad, no es Monago el único que se tiraba a la colombiana.
¿Corrupción? ¿Malversación de caudales públicos? No. Bajo ningún concepto podemos englobar estos actos dentro de ninguno de los delitos que se nos puedan ocurrir. Monago no ha hecho nada malo. Simplemente ha usado los  medios de los que como representante de los ciudadanos tiene a su disposición para ir y venir  donde le ha dado la real gana, ya que en ningún sitio pone que tenga que justificar de antemano el porqué de a donde su agenda le lleva.
Recapacitemos un poco y valoremos con sinceridad dónde está el error. Quizás tengamos que crear una ley de transparencia que permita controlar el gasto de nuestros diputados, pero lo que no vamos a impedir nunca es que un hombre que se precie quiera tirarse a cualquier tía buena que se ponga en su camino.

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