viernes, 7 de noviembre de 2014

La paciencia poliorcética

El ciudadano español tipo usa entre doscientas y cuatro mil palabras para expresarse en su totalidad. Ese rango varía en función de la juventud, la experiencia, la preparación académica o la inteligencia de cada individuo.

La palabra “poliorcética” no es usada de forma cotidiana, pero en ciertos ámbitos es interpretada con bastante asiduidad. Podríamos definirla como una disciplina del arte de la guerra que, en tiempos modernos, sería como el conjunto de aptitudes tanto morales como técnicas que tenemos frente a nuestro enemigo.

Casi todos en algún momento de nuestra vida hemos pasado algún tiempo jugando a destruir al enemigo sobre un juego de tablero tipo “Risk” o, frente al ordenador, hemos aniquilado ejércitos enteros de griegos y romanos usando como arma un Panzer Alemán.

Ese arte de defensa y ataque como disciplina bélica es el principal uso que se le da al término en cuestión hasta el punto de que Demetrio el Macedonio llevaba a sus espaldas el mote de “Poliorcetes” por su capacidad de sitiar ciudades hace más de dos mil años.

Hoy me quiero quedar con otra parte de etimología más moderna de la “poliorcética” que usan los psicólogos para referirse a la capacidad defensiva que los humanos tenemos frente a nuestras propias agresiones.

Aunque explicado así podría parecer que nos dejamos fuera la parte que deberíamos entender como la capacidad de fortalecerse frente a las agresiones exógenas y, por tanto, olvidaríamos sin ir más lejos lo que por ejemplo significa tener “paciencia”.

La paciencia es una virtud en el ser humano y, aunque no parezca una definición a la altura de lo entendible por todos, no es nada más que la capacidad que tenemos de sufrir frente a las adversidades. Más comprensible si añadimos después un “para conseguir lo deseado”.
Pero nada es perfecto y ni siquiera el significado de palabras que nos acompañan durante tres o cuatro mil años se ha adaptado nunca a los tiempos y sobre todo, desconoce los sentimientos de las personas.

Pongamos un ejemplo práctico.

Imaginemos que después de cinco o seis años de relación, la persona de la que supuestamente estoy o creo estar enamorado, se hace lesbiana y me abandona con la particularidad de que no tengo la capacidad ”poliorcética” de recuperar lo perdido. ¿Qué tengo que hacer? ¿Tener paciencia? ¿He sufrido una agresión? Curioso cuanto menos.

Desde la visión puramente humanista, la paciencia no es por tanto el tiempo de espera que necesitamos para conseguir algo. Hay veces que la paciencia es mucho más que todo eso y de ahí que el tonto de Aristóteles la capitalizara como una “virtud”.

Ahora le damos la vuelta al tablero y nos mimetizamos con el medio para seguir jugando con este ensayo que, estando a la altura del betún, trata de lanzar una idea.

Cuando nos arrastramos por el lodazal de la paciencia, siempre existe un riesgo bilateral que nos vincula con aquello que esperamos y, en muchas ocasiones, el dolor puede cambiar de lugar. 

3 comentarios:

  1. Increíble, Buscaba leer algo como esto cuando escuche hablar de esta palabra por primera vez.
    Bastante buena la relación, me ayudo a entender el concepto en profundidad. Gracias.

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  2. Entiendo bien si digo que la paciencia es la capacidad de autocalmarse ante el sufrimiento ocasionado por las adversidades

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