domingo, 9 de octubre de 2011

En Tándem.

Voy a ser pensador.

Cuando me preguntan a que me dedico y contesto, siempre me encuentro una izquierda al más puro estilo Jack Lamotta que conlleva, un "astronauta en la respuesta".

Así que desde hoy he decidido cambiar mis quehaceres y estoy valorando el oficio de pensador.

Cuando se interesen por mi profesión y conteste con un "pensador", al menos el personal se quedará más tranquilo. Y a lo sumo, dirán como muchos ya lo hacen: "Este tío es gilipollas".

Además y como en una gran parte de mi futuro y si no ocurre un milagro, seré un "pensador convaleciente", creo que es el mejor oficio que en esa situación me puedo buscar.

Ahora solo me falta saber en que debo de pensar para hacer bien mi trabajo.

Hoy. Esta tarde entre las dos siestas que me procuré, de una y tres horas respectivamente y acomodado sobre el que tiene orejas, me dispuse a hacerme a mi mismo una prueba de nivel y después de, mentalmente, leer mis antecedentes, pues nunca escribí ningún "curriculum vitae", me dije a mi mismo que reunía alguna garantía para poder ser pensador. ¿Qué voy a decir yo?

El siguiente paso fue dejar la mente en blanco y esperar a ver que pasaba por mi cabeza.

A los pocos segundos y antes de terminar con el pensamiento anterior, me vino a la herramienta de trabajo, una bicicleta.

¡Que buen pensador soy!...
...me dije a mi mismo, contento por el primer paso de un rato de trabajo.

Ahora, había que asociar la bicicleta como artículo intrascendente, a un momento filosófico y hacerlos funcionar hasta un aspecto de pensamiento comercial que llegara a la mente de los demás con la garantía de que quisieran comprar mis futuros aforismos, eso si,  evolucionados desde mis reflexiones.

Una bicicleta es un artefacto con dos ruedas y con un manillar que marca la dirección, que andará por el siglo y medio de historia. Con ella podemos ir y venir montados en un sillín y ayudados del sistema de propulsión que la hace ser eso mismo, una bicicleta. 

Pensé en enfrentar el medio de transporte descrito contra una pendiente rocosa, imposible de escalar de manera ortodoxa.

Ahí tenía los dos elementos. Había que subir pero solo podía ser a saltos, con los pedales como apoyo y a impulsos que poco a poco nos elevarían hasta el destino.

Me dí cuenta a eso de las ocho de la tarde y después de media hora de duro trabajo, que muchas veces podemos usar los medios par llegar al fin, pero no de la manera más legítima.

"Puedo usar una bicicleta para llegar a la cima, y además no dar una sola pedalada."

Mañana por la mañana si trabajo esta noche, habré conseguido ir un poquito mas allá.
¿Y si  la bicicleta es del tipo tándem?



No hay comentarios:

Publicar un comentario