lunes, 3 de junio de 2013

Don Quijote de La Mancha

Es una pena que en estas fechas tan señaladas para la literatura española, nos tengamos que preguntar si nuestros actuales dirigentes, aquellos que a caprichosos plumazos nos quitan la paz y el sosiego, han hojeado alguna vez la obra maestra de la historia del humanismo.

Por si acaso les diré que la obra cuenta la historia de un maravilloso botarate que en la última etapa de su vida y, con la única fuerza que su propia locura le procuraba, anduvo, corrió y hasta voló soportado por los brazos de un gigante. Don Miguel podría haber elegido cualquier otro medio para definir todas las formas de personalidad del ser humano y lo que para mí es más importante, fabricar el mayor manual de psicología siempre contemporánea que nos podamos meter entre pecho y espalda.

Cervantes profetizó desde la ironía y un extraño optimismo que siempre llevaba a Don Alonso Quijano, a meterse en aventuras imaginarias de las que por tal naturaleza jamás podría salir bien parado. Así, página tras página, se puede llegar a trasladar aquellas andanzas hasta nuestros días y, a través de los ojos del enjuto y espigado protagonista, pensar cuán sabio era el genio alcalaíno.

Me moriré de viejo y no acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre, cada individuo es una variedad de su especie.

La vocación no se inventa, pero la dignidad es cualidad innata del ser humano. Basándonos en ella, muchos de los que hoy gobiernan, muchos de los oportunistas psicólogos que desde dentro de la frontera terminan de apuntillar a las víctimas de la vida o aquellos docentes que anulan la libertad al propio futuro, deberían mirarse en Don Quijote de la Mancha. Y después, emular al samurai. Esa sería la única manera de defender el honor.




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