jueves, 19 de septiembre de 2013

El atropello de la adolescencia




El malote y atrevido adolescente con pinta de macarra triunfa entre las chicas de su edad y es el referente entre sus compañeros. Personalizado, casi tuneado, sale de casa cada mañana con la fijación de agradar a unos y, como si se tratara del rey de la selva, mantener a raya a otros. Así, con una simple mirada, al lado de las chicas más guapas y rodeado de súbditos, camufla su inmadurez tras la falsa valentía que subvenciona la juventud y la inexperiencia.

Estos chavales de hoy en día no son diferentes a lo que fuimos sus padres o sus abuelos. En diferentes entornos donde decorados modernos ofrecen más oportunidades, nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros hermanos pequeños, todos a una viven su adolescencia contando que cada día son 24 horas menos para pegarse de bruces con la realidad de la vida. Esa realidad que cuando llega y, por bien que nos haya ido, nos hace arrepentirnos del tiempo pasado.

Cuando nos hacemos adultos, adquirimos la capacidad de la prepotencia con la convicción de que todo lo sabemos sobre nuestros hijos. Pasando de amigos a enemigos en poco tiempo, nos convertimos en el objetivo de su rebeldía innata y lógica que destapan tras entender que somos el ejército que les ataca, les prohíbe o les condiciona.

Errores en los límites impuestos desde el papel que como padres nos toca poner, nos aleja de eso que tanto queremos y que vivimos para proteger.

Hace muchos años asistí por primera y última vez a una charla donde varios psicólogos especializados en menores explicaban sus posturas sobre inteligencia emocional. Hablaban de su manejo desde edades tempranas a través de diferentes procesos y de cómo era posible la manipulación de la mente humana desde su nacimiento con el fin de garantizar el éxito futuro. En la mitad de uno de los discursos en el que un afamado especialista infantil se estaba extendiendo, me levanté y desde la puerta le grite que lo único que realmente necesita un niño es cariño.

Un compañero de mis hijos ha sido arrollado por un tren. Hoy, a varios días de la incomprensible tragedia tan evitable, me atrevo a escribir con la idea de que tomemos conciencia como sociedad de la lección que él nos ha dado. Sin querer y en contra de su voluntad, desde donde esté, nos ha mandado un mensaje que cada uno interpretará como quiera.

En las casas, en los colegios e institutos y en todos los entornos debemos de entender que un día fuimos adolescentes y que la madurez no es la denominación de origen que todos llevamos desde el día en que nacemos.

1 comentario:

  1. La manifestación exterior del adolescente rebelde, el macarra , el duro de pelar, intenta "decir sin palabras" la incomprensión de sí mismo que tiene en su casa. Y también es cierto que es "normal" que todo adolescente no se sienta entendido en su casa, pues es una edad donde uno empieza a tomar identidad de si mismo : mis propias ideas, mis propios gustos, mis propias imaginaciones... y muchas veces quien se ve perdido en esa de repente "mi ideantidad" manifiesta una rebeldía "ficcticia" como llamada de atención queriendo decir "algo me pasa pero ni yo mismo se lo que es", y se manifiesta en el típico "mis viejos no me entienden". Edad en la que uno mismo se ve o igual o diferente a los demás, y se encuentra perdido. Los padres ... ufff... ¿por qué todos cumplimos el mismo patrón? ¿ por qué miremos donde miremos a todos los jóvenes les ha pasado lo mismo?, los padres se echan a cuestas la mochila de la culpabilidad "lo hago bien lo hago mal" pero es casi como quien dice "ley de vida" que el adolescente se sienta en esa edad perdido, y en algunos casos, manifestado en la conducta del "duro de pelar". ¿escuchar?¿cariño?... si no das cariño "mi padre me da de lado" pero si le das "mi padre se mete en mis cosas"... en definitiva es una edad en la que separa una línea muy fina y cada uno somos un mundo como par que no haya un patrón de conducta y entender lo que los jóvenes quieren decir sin palabras.... Desconozco el caso del chico que le arrolló el tren ¿ un accidente?... una tragedia que sin dudas, no va a ser olvidada nunca por sus compañeros y les hará pensar, seguro.

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