lunes, 16 de septiembre de 2013

Cataluña es España



Casualmente el día posterior al de la fiesta donde los catalanes celebran la caída de Barcelona a manos del Duque de Berwick, realicé por asuntos de trabajo un viaje relámpago a esas tierras. Entre otros lugares, anduve por preciosos pueblos de la Comarca de Anoia y del bajo Llobregat.

Repasando el actual marco político, me dí cuenta que en los pueblos más grandes predomina un gobierno socialista. Así, pueblos como Esplugas, Cornellá o San Andrés son dirigidos por el PSC que encabeza Navarro. En los más pequeños son las coaliciones nacionalistas las que mandan y, en muchas ocasiones lo hacen con la aportación de votos de hasta cuatro grupos políticos.

Cataluña vive una tesitura cuanto menos curiosa que, desde mi punto de vista, da mucho que pensar. En medio de mis periplos por tierras catalanas, y tras varias reuniones, nos sentamos a la mesa junto a políticos y empresarios de la zona para comer. Frente a nuestros ojos primero, y en nuestros paladares después, pasaron un pulpo cocinado como les gusta a los gallegos, unos cogollos de la zona de Navarra y una paella valenciana. Todo regado con determinado vino de Peñafiel. Para cerrar, crema catalana. Tras semejante crisol gastronómico, salimos a la calle con el objetivo de desahogar la necesidad de nicotina de algunos de los que allí estaban. Tabaco americano y un habano de categoría dieron pie a una interesante conversación.

Nacionalistas radicales, socialistas catalanes, un falangista y servidor estuvimos diseccionando y aportando opiniones sobre esos temas que nos gustan a los hombres y que requieren una concentración especial. Son básicamente dos. El primero se centra en las futbolísticas polémicas entre el mejor equipo del mundo y el Barça. El segundo son las mujeres. Esto último y, hoy en día con el apoyo tecnológico, lo basamos en la visualización en grupo de modelos de grandes pechos que sostienen entre su boca un apéndice sexual de medidas descomunales propiedad de algún caballero normalmente de color.

En el camino de regreso me puse a repasar los beneficios de la jornada y me dí cuenta de que todo había sido positivo. Había afianzado la amistad con mis grandes compañeros catalanes, quedé para la próxima con los independentistas y al falangista le ofrecí mi casa a modo de hotel cuando visitara Madrid.

Y entre una reflexión tan obvia y común como la mía, quizá idéntica a la hubiera tenido cualquiera de mis compañeros de jornada, no pude evitar pensar en la forma que algunos políticos manipulan a la sociedad como alternativa a su incapacidad profesional.

Más famoso por ser heredero de Puyol que por sus obras, Artur Mas es uno de esos oportunistas sociales que han dejado el trabajo diario para enaltecerse como lo que es. Un egocéntrico mamarracho que intercambia el discurso y la chaqueta según el interés del momento. La sociedad catalana, independientemente de sus ideas, es otra cosa.

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