Casualmente el día posterior al de la fiesta donde los
catalanes celebran la caída de Barcelona a manos del Duque de Berwick, realicé
por asuntos de trabajo un viaje relámpago a esas tierras. Entre otros lugares,
anduve por preciosos pueblos de la
Comarca de Anoia y del bajo Llobregat.
Repasando el actual marco político, me dí cuenta que en los
pueblos más grandes predomina un gobierno socialista. Así, pueblos como
Esplugas, Cornellá o San Andrés son dirigidos por el PSC que encabeza Navarro.
En los más pequeños son las coaliciones nacionalistas las que mandan y, en
muchas ocasiones lo hacen con la aportación de votos de hasta cuatro grupos
políticos.
Cataluña vive una tesitura cuanto menos curiosa que, desde
mi punto de vista, da mucho que pensar. En medio de mis periplos por tierras
catalanas, y tras varias reuniones, nos sentamos a la mesa junto a políticos y
empresarios de la zona para comer. Frente a nuestros ojos primero, y en
nuestros paladares después, pasaron un pulpo cocinado como les gusta a los
gallegos, unos cogollos de la zona de Navarra y una paella valenciana. Todo
regado con determinado vino de Peñafiel. Para cerrar, crema catalana. Tras
semejante crisol gastronómico, salimos a la calle con el objetivo de desahogar
la necesidad de nicotina de algunos de los que allí estaban. Tabaco americano y
un habano de categoría dieron pie a una interesante conversación.
Nacionalistas radicales, socialistas catalanes, un
falangista y servidor estuvimos diseccionando y aportando opiniones sobre esos
temas que nos gustan a los hombres y que requieren una concentración especial.
Son básicamente dos. El primero se centra en las futbolísticas polémicas entre
el mejor equipo del mundo y el Barça. El segundo son las mujeres. Esto último
y, hoy en día con el apoyo tecnológico, lo basamos en la visualización en grupo
de modelos de grandes pechos que sostienen entre su boca un apéndice sexual de
medidas descomunales propiedad de algún caballero normalmente de color.
En el camino de regreso me puse a repasar los beneficios de
la jornada y me dí cuenta de que todo había sido positivo. Había afianzado la
amistad con mis grandes compañeros catalanes, quedé para la próxima con los
independentistas y al falangista le ofrecí mi casa a modo de hotel cuando
visitara Madrid.
Y entre una reflexión tan obvia y común como la mía, quizá
idéntica a la hubiera tenido cualquiera de mis compañeros de jornada, no pude
evitar pensar en la forma que algunos políticos manipulan a la sociedad como
alternativa a su incapacidad profesional.
Más famoso por ser heredero de Puyol
que por sus obras, Artur Mas es uno de esos oportunistas sociales que han
dejado el trabajo diario para enaltecerse como lo que es. Un egocéntrico
mamarracho que intercambia el discurso y la chaqueta según el interés del
momento. La sociedad catalana, independientemente de sus ideas, es otra cosa.
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