lunes, 25 de septiembre de 2017

Golpe de Estado desde Cataluña.

Perpetrar un golpe de estado, significa la toma del poder político con el fin de dejar sin derechos a un estado. Y un estado de derecho, es el orden por el que se rige un país. Sin entrar en más detalles y a través de esas cuatro palabras, podemos entender que lo que está sucediendo en Cataluña es un intento golpista. Ante esa situación solo hay dos posibles salidas.  La primera es que el delito se consume y triunfe el independentismo, lo que cambiaría el mapa político en todo el país, abriendo un nuevo capítulo en la historia. La segunda es que aplicando el régimen jurídico existente, triunfe el estado de derecho y todo siga como hasta ahora.

Pero por encima de esos pensamientos teóricos en cuanto a lo que está pasando y las consecuencias directas a las que nos estamos enfrentando, existe un derecho que también e incluidos los catalanes, tenemos todos los españoles. Ese derecho se llama dignidad.

La dignidad no es una cualidad que nos haya impuesto nadie, porque nace con el hecho de ser persona y todos y cada uno de nosotros lo es por propia naturaleza. Y quiero entrar en ese aspecto, argumentando que no estoy hablando de honorabilidad ni tampoco me refiero al término histórico que contempla la dignidad como un estado del hombre dentro de las directrices del cristianismo.

Soy digno y tengo mis derechos, porque hay un gobierno que debe de velar por ellos. Soy digno porque pienso en consecuencia y diferencio entre lo malo y lo bueno. Soy digno, porque soy capaz de vivir sin hacer daño a los demás y porque he entrado a convivir en un sistema de respeto recíproco que no me salto nunca, en el que puedo elegir con quien estoy.

El intento de golpe de estado independentista de Cataluña, se le ha ido de las manos al gobierno de España. Se equivocó con una esgrimida tolerancia, fruto de una cobardía manifiesta que amparaba negociaciones políticas que ponían corruptos en los escaños de los parlamentos de las diferentes regiones. Y no hablo de todos esos políticos honrados que desde unos u otros colores defienden la misma dignidad que yo. No hablo de socialistas o de populares. No hablo de mis amigos con los que hablo todos los días y tienen los mismos problemas que yo.


Hablo de desamparo y de consentimiento. Hablo de una fiscalía que no pone en funcionamiento las leyes del estado y de unos cuerpos de seguridad desamparados a los que no les queda más remedio que dejar en la calle a toda la cúpula golpista de extrema izquierda que está quemando nuestro país. 

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