viernes, 27 de mayo de 2016

El Pasado que Mata

La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos. Gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.

Si bien recordaba que el colombiano había dicho esto en alguna ocasión, también es cierto que, para escribirla perfectamente, he tenido que buscar la referencia de la cita.

Gabo estaba en un error, una vez más y conociendo al premio nobel, tengo que volver a decir que el mejor novelista de todos los tiempos no tenía ni puta idea de lo que significaba la libertad y tampoco era capaz de discernir entre las utopías y la realidad cotidiana del ser humano.

Fiel a sus principios y sobre todo a sus vicios ocultos, nos hizo disfrutar de una técnica con la que proponía situaciones extravagantes e imposibles como formas de vida cotidiana. Así fue leído y posteriormente idolatrado, pero parece mentira que un genio de este calibre haya demostrado estar fuera de toda lógica a la hora de hablar de los sentimientos de las personas. Tal vez la falsa y manipulada traducción que Borges hizo de parte de la obra de Kafka, fue lo que bajo el nivel intelectual de García Márquez.

Siendo esto una opinión que lejos de ser humilde, creo se acerca mucho a la realidad, voy a seguir diciendo que al contrario de lo que pensaba el de Aracataca en relación a que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos para proteger la estabilidad emocional del momento, creo que el ser humano actúa de manera contraria.

Los buenos recuerdos están ahí y son siempre recordados, pero es el odio y la rabia que nos genera el dolor del pasado, lo que nunca podemos erradicar. ¿Hasta qué punto? Pues hasta uno muy peligroso en el que todo el dolor y sufrimiento que existió en nuestros tiempos pasados, puede anteponerse a lo bueno y no compensar, dando al traste con nosotros y llevándonos a la extinción total.

Recordando a otro personaje histórico, puesto que así es más fácil empezar los párrafos, Churchill nos dejó un sabio comentario sobre presente, pasado y futuro. Tres palabras entre once, que dejan por los suelos al autor de Cien años de soledad y define exactamente el riesgo al que estamos permanentemente expuestos.

Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro.


Sabemos que configurando presente, elección tras elección, podemos manipular el futuro hasta controlarlo, casi en su totalidad. Pero nunca olvidemos que el pasado es lo que no podemos cambiar y ese espacio de tiempo, es el que nos puede llevar más fácilmente a la tumba. 

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