martes, 9 de octubre de 2012

A CATALUÑA HAY QUE CONLLEVARLA.




Colaboración de Cesar Giner
Profesor Titular de Derecho Mercantil en la Universidad Carlos III. Madrid.


No tiene solución, y por eso sorprenden quienes afirman que el problema catalán debe arreglarse de una vez por todas. Olvidan que a lo largo de los siglos el particularismo catalán ha marcado las relaciones con España, unas veces con mucha intensidad, expresando su deseo de vivir aparte, otras con menos, pareciendo que ese deseo se evaporó por completo. Recordemos que en el siglo XV representantes de Cataluña recorrieron las Cortes de España y de Europa buscando algún Rey que aceptase ser su soberano, y no encontraron respuesta afirmativa por la dificultad de la soberanía en Cataluña. Ortega dijo con cierta gracia que se juntan allí los militares y brotan las Juntas de Defensa, y creedme, si un día se juntan allí los obispos, ya veréis cómo los báculos se vuelven lanzas. En su discurso en las Cortes Constituyentes republicanas en 1932, el filósofo español explicaba la tensión de Cataluña, que vive siempre en el afán de vivir aparte de todos los demás pueblos y colectividades, al tiempo que comprende que no le queda más remedio que unirse a alguna gran concentración nacional: Francia, Italia, España, quien sabe si en el futuro la Unión Europea. Y como este es el destino de Cataluña y el carácter del pueblo catalán, digamos con Ortega, que a Cataluña hay que conllevarla.
Se ha extendido en la opinión publicada que los catalanes quieren vivir aparte de los españoles. Y creo que esta afirmación exige más mesura y plantearla en sus justos términos. Hay catalanes que no quieren vivir aparte de España, a los que debemos escuchar y atender; hay catalanistas que no aceptan el rumbo independentista de Cataluña y que desean convivir con el resto de españoles; y hay, de sobra, nacionalistas que aspiran a vivir aparte de los españoles. Las próximas elecciones catalanas harán esa foto, con mayor o menor predominio de unos y otros. Ello nos conduce a una conclusión: culminado el proyecto político de los nacionalistas, es decir, obtenida la independencia a satisfacción de los unos, seguiríamos con el mismo problema, pero a la inversa, con los otros. Se mire por donde se mire, las ambiciones soberanistas de Artur Más y sus acólitos conducen a una catástrofe nacional, española y catalana.
El problema catalán persistirá. No hay solución que venga de la mano del cambio de soberanía. Los que postulan un modelo federal para España deben aclarar si ello supone replantear la noción de soberanía consagrada en la Constitución. El modelo del Estado autonómico y la voluntad de diálogo ofrecen, sin embargo, herramientas más que suficientes para encauzar las aspiraciones del pueblo catalán y del resto de pueblos de España. Hace falta hablar con amplitud de miras, dejando a un lado cerrazones y el oportunismo derivado de la crisis económica, poniendo sobre la mesa todo lo que sea necesario, excepto lo que no ayuda a solventar la secular cuestión catalana: la soberanía. Y sobre todo, hay que reclamar al gobierno de España diálogo y consenso para construir un proyecto común para todos los españoles, incluidos los catalanes. Un proyecto colectivo, pactado entre todos, que ponga a España con viento en popa y a toda vela rumbo al crecimiento económico y social sostenible. Un proyecto que ilusione y por el que a todos merezca la pena seguir apostando por la convivencia entre los pueblos de España. Y cabe pedir que la derecha española y catalana no utilice el debate de la unidad de España para esconder su incapacidad de respuesta política a la grave crisis económica y a las necesidades de muchos españoles.

1 comentario: