Cuando organizaciones terroristas de perfil similar, Euskadi Ta Askatasuna o Al Qaida cometen un asesinato, automáticamente surgen declaraciones de un entorno obligado a aprovechar políticamente el crimen. Las ideas y la propia educación, el pasado de cada uno, los lugares recorridos y sobre todo el negociado en el que hayamos crecido profesionalmente habilitan una interpretación personal sobre los hechos, que nos posiciona más cerca de unos colores u otros.
He de confesar que yo mismo soy partidario de aprovechar todos los medios que los gobiernos democráticamente elegidos tienen a su disposición, incluidos los que habitan fuera del manual, para atacar frontalmente el terrorismo. No comparto la posibilidad de negociaciones públicas con bandas armadas por muchas vidas que se pongan sobre la mesa. Entiendo que las leyes son facultadas para defender la libertad de los ciudadanos y, ¿por qué no vamos a jugar con sus límites a capricho para hacer las cosas mejor?
Diferente es cuando hablamos de crímenes pasionales. El asesinato de la representante del Partido Popular en León es una atrocidad comparable solamente a otro asesinato. La clase política, además de la trémula carne de tertulia vive en un evaluación constante y pocos son los que desde mi forma de entender las cosas han superado la prueba de hoy. Sin ir más lejos nos encontramos con perturbados del calibre de Salvador Sostres que son capaces de vincular a la portavoz de un asociación ciudadana con el dedo que apretó el gatillo del calibre 22 que remató con un tiro de gracia a Isabel Carrasco. Ruego se tenga en cuenta que no planteo una defensa por Ada Colau y las vulgaridades con que a veces pretende defender a las víctimas de los desahucios a las que apoyo de forma radical.
Portar un arma conlleva riesgos y llegar a presionar un gatillo tiene consecuencias que en algunas ocasiones y aun sabiendo lo que se hace, pueden resultar bastante inciertas. Matar puede ser fácil o difícil dependiendo de los factores que rodean al momento de la acción. Lo tremendo por triste del caso, es la otra vez cantidad de chapuceros personajes que haciendo de su capa un sayo, aprovechan una oportunidad como esta para hacer su particular campaña.
Otro ejemplo de baja casta social que rellena algún que otro espacio televisivo buscando un hueco del que enriquecerse a costa de los ciudadanos es Pablo Iglesias . El antónimo personal de la prudencia que con un modelo de políticas de izquierdas propias de una dictadura comunista se presenta a los ciudadanos y es probablemente uno de lo seres más repugnantes que se visualizan en el horizonte político. Capaz de hacer el gilipollas hasta límites insospechados esta llevando parte de izquierda al subsuelo con el único fin de vivir del cuento.
¿Qué más decir? Pena, asco, rabia e impotencia son calificativos con los que muchos ciudadanos podemos describir nuestros sentimientos cuando nos planteamos el panorama político actual.
La estupidez humana es seguramente el ejemplo más claro para definir el infinito.
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