Ayer fue un 
día fatídico para todos aquellos a los que cien euros menos a final de mes 
suponen un gran sacrificio. El Gobierno hizo público un nuevo plan de medidas 
mutiladoras de la economía doméstica que parece ser la única fuente de 
recaudación en este país. Las piernas nos temblaban a medida que Rajoy avanzaba 
en la lectura de sus documentos y el Salón de Sesiones del Congreso adquiría 
nuevos matices hermanándose con Pamplona en la celebración de San 
Fermín.
En un momento serio, doloroso y delicado para las 
familias y los empresarios, la sala noble del Congreso se convirtió para el 
grupo mayoritario en la Monumental de las Ventas rindiendo expectación a un 
Mariano torero que ejecutando sus mejores recortes levantaba ovaciones entre los 
suyos. Mutilación tras mutilación sobre la piel de toro de España, la euforia en 
el graderío crecía entre vítores, aplausos y jaleos, destacando entre ellos un 
“¡¡A trabajar!!” dedicado al público en paro, funcionariado y liberados 
sindicales. Al terminar la faena, el diestro recibió a una plaza entregada y 
puesta en pie que se deshacía en aplausos premiando su histórica actuación. Tan 
sólo unos pocos permanecían sentados asistiendo estupefactos a la ceremonia de 
alternativa que el Presidente y los suyos habían decidido celebrar sin previo 
aviso, haciendo de lo serio y trascendental un espectáculo para el agrado de 
Bruselas una vez más.
Pero lejos de ser el diestro quien abandonara el 
Hemiciclo por la puerta grande, fue su cuadrilla al completo la que, sin esperar 
a que concluyera tan decisiva jornada, abandonaron el coso en dirección a la 
cafetería dejando allí plantados al resto de grupos parlamentarios, a sus 
representantes con la palabra en la boca y a los ciudadanos como yo con la 
sensación de que quienes más ejemplo tienen que dar en esta desastrosa situación 
practican la prepotencia y el absentismo laboral de manera pública y con total 
impunidad. 

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