Aunque no le importe a nadie, hoy estoy
triste. Estoy triste al pensar en el futuro. El futuro de un mundo creado a
imagen y semejanza del capricho del político de turno que en cada orden y
estamento ha ido contribuyendo a tan grave e irreparable deterioro.
Miro a Italia y veo un país donde los
profesionales de la farándula mediática, cambian de oficio como de camisa,
constituyéndose en los candidatos más votados y que niegan pactos por
principios con el único afán de adquirir un protagonismo personal. Payasos y
puteros de veleidosa personalidad que arruinarán el país, antes de ceder por el
bien del pueblo a su egocéntrico espíritu, base y principio de también su
enriquecimiento personal.
España. País sometido a una corrupción
política sin parangón. Un Bárcenasgate donde
a excepción de Aguirre, Zaplana, Gallardón, Santamaría y Pastor, tristemente
todos y cada uno de los demás miembros de la cúpula del Partido Popular se han
enriquecido de manera fraudulenta, porque lo dice Eduardo Inda y porque es
fácil observar la mirada de la mentira en los ojos de los máximos
representantes de la derecha española.
Vergonzoso Cahuzac, cirujano plástico y
ministro francés, alzado en base a las garantías que mostraba su ávido,
riguroso y enfático discurso contra la evasión fiscal, hoy investigado por
graves delitos económicos.
La locomotora alemana, pilotada por la
líder de los demócratas cristianos. Una Merkel que basa su política en una
engalanada pero gratuita mentira que mezcla con cambios rápidos de criterio en
base a sus intereses y no a los intereses de ni tan siquiera su patria. Mujer
ejemplo del narcisismo más allá de lo lógico criticable. Ególatra consumada que
encapricha entuertos para triunfo de la desigualdad y juega con las almas de
las personas.
Estoy triste porque en ese incierto
futuro económico y social que se atisba en el horizonte, pienso en una negativa
y falsa igualdad del ser humano. Igualdad fruto de la explosión de burbujas
diseñadas para ese fin y que aumentará esas ya tan grandes diferencias sociales
entre unos y otros. Estoy apático por pensar en esos despachos donde cada día
corrigen el mundo y donde, a cada minuto, le hacen un poquito peor.
Portugal, Grecia, Chipre…
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