Corriendo
en el mismo sentido e incapaz de restarla ventaja, ponía su
mirada en la parte más alta del cielo en donde habitaban sus miedos.
Tanto
mal cometido acortaba sus zancadas y el frío final se anticipaba en su
pensamiento como algo irreconocible. La luna simbolizaba su vida y la
necesidad de alcanzarla dejaba un mayor rastro de negra sangre a sus
espaldas.
El
miedo a no volver producía una tensión que se convertía en placer en la
parte obscura de su alma. Parecía imposible sobrevivir pero aquello no
había sido un sueño. Real.
El
líquido que ahogaba sus piernas se mimetizaba con la espesura y las
incansables larvas Embera le habían abandonado. Cuarenta grados de
humedad en el exterior del agrietado corazón, contrastaban con el frío
febril que dejaba a cada instante más y más peso atrás.
Había
que salir de un cuerpo con las ventanas cerradas y creer en imposibles.
Imágenes, recuerdos y extraños sonidos agotaban su fuerza. Cayó. Murió.
Luz Fría. Abrió los ojos y al hacerlo solo sintió un olor diferente del
que siempre había reconocido como propio. Quebrada Catrú
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