La crisis económica se dilata en el tiempo y, aun lejos de volver a esa parte del ciclo donde la sociedad se encuentra más cómoda, el momento actual en ese aspecto no es tan grave como el conflicto de valores que sentimos cuando miramos a nuestros representantes políticos.
La ética, la moral, la honestidad y todo el conjunto de características que describen la personalidad de cualquier ente, brillan por su ausencia en la clase política general.
Muchas son las excepciones y, como en todos los gremios, también existen esas buenas gentes de ausente demagogia que nos demuestran que todavía hay esperanza. La España de Quevedo.
El momento actual es paradójicamente paralelo al denominado Siglo de Oro. Es curioso pensar en la decadencia española desde finales del XVI en contraste con ese supuesto momento dorado de las artes. Siempre pensé si la simple herencia del renacimiento italiano en comparsa con la corrupción camuflada del poder económico del momento, no fue el motivo de la denominación de origen Siglo de Oro. ¿Nos suena?
Peligran las pensiones, el paro es insostenible y la corrupción actual viste de santo al Duque de Lerma que hasta hoy podría haber sido el más corrupto de nuestros antepasados. Valido de Felipe III, dilapidó fortunas, inventó la compra venta del cargo público y a manos llenas hizo lo que en la actualidad, sin ir más lejos, vivimos de manera constante en forma de acusaciones a políticos y empresarios, juicios, condenas y hasta venganzas personales con trasfondo político. ¿Triste?
Desde esa tristeza y en una España similar a los peores momentos de la historia de nuestra corrupción, me pregunto sobre qué opción es la mejor o a quién tengo que dar mi confianza esta vez.
Pertenecer al Partido Socialista durante una década y ser miembro del Comité Regional en Madrid me ha hecho comprender que la política ha dejado de colocarnos a la izquierda de la derecha o en el centro de los dos. Entre los socialistas madrileños conocí la falsedad, la incapacidad y el interés personal como principio básico que limitan las acciones políticas. Ausente de gestiones económicas modernas que no tendrían que ser muy diferentes a las propuestas por cualquier otra opción, comprobé como la defensa de clanes familiares que aseguran la continuidad del mandamás, era la única gestión que desarrollaban la mayoría de mis compañeros. Conclusión: mala experiencia y arrepentido de formar parte en algún momento de alguno de los clanes socialistas de Madrid sobre los que algún día entraré de forma selectiva en materia.
Podría no obstante y de forma piramidal dar un par de miles de votos a Elena Valenciano en Europa. Sería fácil con el simple hecho de pensar en Alfredo Pérez Rubalcaba como el responsable principal en materia antiterrorista y otros temas más personales pero, las actuales relaciones y los caminos que la vicesecretaria socialista está tomando y las compañías que frecuenta en Madrid, me hacen retomar la idea del párrafo anterior. Sigo pensando.
Pasa el tiempo y a pocas fechas de la cita europea leo programas con el fin de atender a mí conciencia y hacer las cosas como es debido. Tras un costoso ejercicio de honestidad, he tratado de partir de cero y blindando mi historia he accedido sin complejos a los Azules, Rojos y Rosas, dejando solamente bloqueadas enfermedades nacionalistas y al peor de todos los representantes que, desde el conocimiento puedo aseverar puede existir, y que no es otro que Pablo Iglesias Turrión. Conocer el pasado de las personas es una desventaja en estas cuestiones pues te limita la libertad de pensamiento y te marca los caminos a seguir.
A pocas letras de terminar con el abecedario, me he encontrado con el Partido X y un lema que dice 'Democracia y punto'. Es el primer programa que me genera dudas y sobre el que me surgen preguntas.
Mientras me las resuelven, sigo escudriñando párrafos y valorando la posibilidad de irme de pesca por primera vez en mi vida. Sin anzuelo que haga daño a un pez. Aunque algún cabezón de lista no me lo perdone jamás.
Mientras me las resuelven, sigo escudriñando párrafos y valorando la posibilidad de irme de pesca por primera vez en mi vida. Sin anzuelo que haga daño a un pez. Aunque algún cabezón de lista no me lo perdone jamás.
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