Las medidas contra la corrupción que anuncia Mariano Rajoy
son una especie de patada a seguir sin más, poniendo la poca cara que
aún le queda para salir al paso de los hechos más recientes.
La corrupción en España es una lacra por la que los
ciudadanos han perdido la confianza en las instituciones. El Gobierno actual, y
por añadido los partidos de la oposición, se ha convertido en objeto de burla
para la ciudadanía que solo espera ver un desfile de políticos ingresando en
prisión.
Es ridículo escuchar al líder de los populares decir que es
su partido el que más ha hecho por la corrupción en los últimos años. Es
inaudito pretender hacer creer a la ciudadanía que el afloramiento de los casos
de corrupción es la prueba de que las instituciones funcionan. Absolutamente
increíble es comparar los casos de corrupción con una manzana podrida dentro de
un frutero sano.
Desconozco si es bueno o malo para el país que el Partido
Popular tenga sus días contados como primera fuerza política con mayoría
absoluta. No tengo ni la más remota idea de cómo afectará a la sociedad la
incursión de partidos de extrema izquierda ni si el bipartidismo es más o menos
positivo para el futuro de lo que al final importa: las personas. Pero lo que sí
tengo claro es que el Partido Popular no ha hecho nada para evitar la
corrupción porque, según las instituciones jurídicas, hablar de quien nos
gobierna es hablar de un delito económico tras otro a cualquier nivel y en
cualquier estamento.
Por supuesto que el socialismo no se ha quedado atrás y
siento más vergüenza si cabe por las aberraciones que mis excompañeros han
cometido en esta materia. Hablar de casi mil millones por los que hay que
responder en Andalucía, AVE o el caso Campeón y así decenas de investigaciones
que han dado lugar a cientos de imputaciones es el mayor desprestigio que un
partido político puede albergar. En definitiva, ¿cuál es la diferencia entre unos
y otros?
Para mí, ninguna. Conozco a cientos de políticos y me
gustaría dar la cara para decir que no todos pertenecen a esa denominación de
origen llamada casta que se rige por la ausencia de principio ético y
moral. ¿Dónde está el problema?
Podríamos definir la política como el arte necesario para deliberar
sobre la solución de los problemas de cualquier grupo. Política es ceder,
limitar, valorar, hacer y deshacer para conseguir el ansiado bienestar social.
Hacer política es solucionar los problemas que plantea la interacción entre las
personas. El problema es que haciendo política no están los mejores.
Da igual que el partido que gobierne se llame Popular o
Socialista. Es indiferente que el líder de Podemos tenga coleta o no. Da igual
que la representación sea mayor o menor en este o aquel partido. Lo más
importante, y donde erradica el conflicto, es la mediocridad de la mayoría de
los dirigentes de este país y el odio que se procesan entre ellos.
La política es la labor de servir a la ciudadanía para
conseguir el mayor beneficio y la mayoría de los concejales de este o aquel
ayuntamiento solo se dedican a buscar el daño sobre quien creen es su enemigo
que, la mayoría de las veces, no lo entienden ni en la oposición política del
momento.
La vergüenza no convive con los políticos y sí con las personas.
Somos las personas quien llevamos la corrupción dentro y los que, dependiendo
del momento en el que nos encontremos, somos capaces de hacer las cosas mejor o
peor.
La miseria causa estragos en la sociedad y la miseria es parte de la personalidad de la especie humana. La solución no está en meter a políticos en la cárcel, sino en limitar las responsabilidades de quien no sabe entender un texto de cualquier libro de Primaria y está decidiendo los designios de un país.
La miseria causa estragos en la sociedad y la miseria es parte de la personalidad de la especie humana. La solución no está en meter a políticos en la cárcel, sino en limitar las responsabilidades de quien no sabe entender un texto de cualquier libro de Primaria y está decidiendo los designios de un país.
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