viernes, 7 de febrero de 2014

Ceguera existencial

Como decía un tipo totalmente siniestro al que le picaba un huevo “corren malos tiempos para la lírica”. En esta sociedad del “yo” y el “ahora” vivimos con la única perspectiva del consumismo y el ocio, todo ello asociado con la ansiedad surgida del deseo de inmediatez. Así es como esta sociedad nos invita a vivir.

La pasión, los grandes retos y los sueños parecen ser cosas de otros tiempos. Cada vez resulta más difícil asombrarnos, emocionarnos y disfrutar de lo cotidiano, nada nos sorprende, es como si nuestro mundo siempre hubiese sido igual, dominado por “teléfonos inteligentes” acompañados de “bípedos estúpidos”, pudiendo disponer de cualquier cosa a golpe de pulsación.

Es curiosa la falta de perspectiva con la que vivimos, parece que lleváramos siglos conduciendo una caja con ruedas de cien caballos y hablando a un artilugio sin cables. Pienso que no tardaría en integrar un sable láser a mi vida cotidiana más de una semana, otra semana posiblemente es lo que tardaría en despedazarme de forma accidental. Sin embargo los bípedos sólo existimos una ínfima fracción de tiempo del planeta del que creemos habernos adueñado, es posible que muchos de nuestros abuelos a nuestra edad no conocieran la televisión y los suyos a su vez que ni siquiera disfrutaran de agua corriente, hace un par de docenas de décadas alguien se asustaría menos si le hablara su caballo que escuchar el sonido de una simple radio.

Es una pena que nuestra falta de perspectiva haga de nosotros seres castrados para sorprendernos, además de incapaces de apreciar lo que ha costado crear miles de años de descubrimientos y evolución de nuestra alocada especie. Menos aún lo que millones de años ha tardado en crear la madre naturaleza, claro que en estos tiempos que corren de videoconsolas y cines 3D, si a alguien se le sorprende admirando un árbol podría ser condenado al ostracismo.

Ahora parecemos todos saber que la magia no existe, todo tiene su explicación científica, olvidamos reflexionar sobre lo más sorprendente de todo, cuyo entendimiento nunca estará a nuestro alcance por la propia naturaleza del ser humano; nuestra propia existencia, la vida, la conciencia que albergamos raramente ocupa un lugar en nuestros pensamientos en la vida cotidiana.

Podremos vernos sorprendidos por la nueva permanente color pistacho de nuestra vecina o por el aumento ostensible de las peras de la frutera, pero ni siquiera reparamos en el hecho en sí de nuestra propia existencia, vivimos como si fuéramos inmortales atados a nuestras propias rutinas.


J. Cazalyx

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