Como decía un tipo totalmente siniestro al que le picaba un huevo “corren
malos tiempos para la lírica”. En esta sociedad del “yo” y el “ahora” vivimos
con la única perspectiva del consumismo y el ocio, todo ello asociado con la
ansiedad surgida del deseo de inmediatez. Así es como esta sociedad nos invita
a vivir.
La pasión, los grandes retos y los sueños parecen ser cosas de otros
tiempos. Cada vez resulta más difícil asombrarnos, emocionarnos y disfrutar de
lo cotidiano, nada nos sorprende, es como si nuestro mundo siempre hubiese sido
igual, dominado por “teléfonos inteligentes” acompañados de “bípedos
estúpidos”, pudiendo disponer de cualquier cosa a golpe de pulsación.
Es curiosa la falta de perspectiva con la que vivimos, parece que
lleváramos siglos conduciendo una caja con ruedas de cien caballos y hablando a
un artilugio sin cables. Pienso que no tardaría en integrar un sable láser a mi
vida cotidiana más de una semana, otra semana posiblemente es lo que tardaría
en despedazarme de forma accidental. Sin embargo los bípedos sólo existimos una
ínfima fracción de tiempo del planeta del que creemos habernos adueñado, es
posible que muchos de nuestros abuelos a nuestra edad no conocieran la
televisión y los suyos a su vez que ni siquiera disfrutaran de agua corriente, hace un par de docenas de décadas alguien
se asustaría menos si le hablara su caballo que escuchar el sonido de una
simple radio.
Es una pena que nuestra falta de perspectiva haga de nosotros seres
castrados para sorprendernos, además de incapaces de apreciar lo que ha costado
crear miles de años de descubrimientos y evolución de nuestra alocada especie.
Menos aún lo que millones de años ha tardado en crear la madre naturaleza,
claro que en estos tiempos que corren de videoconsolas y cines 3D, si a alguien
se le sorprende admirando un árbol podría ser condenado al ostracismo.
Ahora parecemos todos saber que la magia no existe, todo tiene su
explicación científica, olvidamos reflexionar sobre lo más sorprendente de
todo, cuyo entendimiento nunca estará a nuestro alcance por la propia
naturaleza del ser humano; nuestra propia existencia, la vida, la conciencia
que albergamos raramente ocupa un lugar en nuestros pensamientos en la vida
cotidiana.
Podremos vernos sorprendidos por la nueva permanente color pistacho de
nuestra vecina o por el aumento ostensible de las peras de la frutera, pero ni
siquiera reparamos en el hecho en sí de nuestra propia existencia, vivimos como
si fuéramos inmortales atados a nuestras propias rutinas.
J. Cazalyx
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