Iniciación a la edad adulta, estética, fecundidad y castidad son palabras a las que esta aséptica sociedad se refiere al hablar del conjunto de motivos que justifican el salvajismo de ciertas realidades como la mutilación genital.
Sin embargo, realidad e historia son muy diferentes. El periodo arcaico del Egipto más antiguo heredó una creencia procedente de aburridas y sedentarias tribus del neolítico por la que se creía que, si un hombre introducía su pene en una mujer que no había sido sometida a la extirpación del clítoris, la muerte y la desgracia caería sobre él y toda su prole. No existe ninguna otra razón o creencia religiosa. Como no existe lugar a dudas de que la mutilación como agresión es, en cualquiera de sus casos, una brutal aberración.
Hoy es el Día Internacional de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina. Con esa frase empiezan algunas de las valientes y sabias opiniones que, con la fuerza que implica el día en el que estamos, expresan el rechazo a esta aberración. No hay que irse muy lejos para leer a personas como Martu Garrote como autora de otra más de sus insulsas y demagógicas opiniones basadas, imagino, en su etapa centroafricana.
La primera reflexión que quiero plantear es, -y que quien me tenga que perdonar, me perdone-, el casi asco que siento por todo el conjunto de barriobajeros intelectuales que aprovechan el día de la marmota para comerse al pobre animal que solo está ahí porque le han llevado. Todos son igualmente sentidos protagonistas de todas las ablaciones de clítoris que hoy se producen en el mundo y que difícilmente se pueden solucionar vomitando sandeces desde una cátedra de tonto dónde no se ve el país de origen del problema y sin haber salido de la Plaza del Callao.
Es cierto que la incultura y el desconocimiento, -me encanta esa palabra-, deberían funcionar como atenuantes en la miseria cerebral de estos pseudo políticos de medio pelo que posteriormente y, desde la situación de desempleo, recorren el gimnasio, cagan duro y nos lo explican en sus archiconocidos perfiles de las redes sociales.
Sin embargo, llega un momento en el que la irritabilidad me puede y me pregunto cómo hay tanto inútil mental que, en el peor de los casos, ocupa el tiempo de la sociedad con sus gilipolleces ofreciendo opiniones que justifican cómo estas ilustres personalidades viven del cuento.
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