Defendiendo la empatía de la sociedad española.
Admiro y a la vez me siento insultado en lo más profundo de mi alma por Beatriz Talegón. Cuando leí lo que solo la cabeza de un demente podría escribir, me pregunto cómo se puede tener la valentía de conjugar palabras tan absurdas y con ellas haber sido capaz de generarme un importante malestar. He llegado a pensar que el texto del que hablo es un informe mecánico, generado por un sistema informático usado para rellenar páginas en blanco y que, sencillamente, ahí quedó eso.
Admiro y a la vez me siento insultado en lo más profundo de mi alma por Beatriz Talegón. Cuando leí lo que solo la cabeza de un demente podría escribir, me pregunto cómo se puede tener la valentía de conjugar palabras tan absurdas y con ellas haber sido capaz de generarme un importante malestar. He llegado a pensar que el texto del que hablo es un informe mecánico, generado por un sistema informático usado para rellenar páginas en blanco y que, sencillamente, ahí quedó eso.
Sin embargo, en el caso de que fuera ella misma la autora y no hubieran usado su imagen como reclamo propio de una cátedra humanística, no comprendería qué forma de vida y qué retos son los que mueven a una sabia de su calibre a levantarse cada día.
Es realmente sorprendente que esta falsa e hipócrita rebelde de mente anciana viva con el único fin de llamar la atención con párrafos que, en el caso de propios, la definen como una idiota que, sin dos dedos de frente, se pone delante de una página en blanco y escribe lo primero que le viene a la cabeza.
No comprendo cómo se la puede dar ni el más mínimo pábulo a la inusual y teórica demagogia con la que sin ningún estilo y, a través de absurdos renglones sin sentido, nos revienta la tranquilidad en algún medio, imagino obligado a aguantar a la mema de turno.
La Talegón se dio un paseo por Madrid, y al parecer debió descubrir con la ayuda de una tarde de calor primaveral los suburbios de lo mundano que, hasta entonces, parecía no haber descubierto pese a su compromiso social. De su maravillosa tarde que adereza con esa imbecilidad crónica de la que hablo, ha sacado la conclusión de que los españoles somos unos seres sin escrúpulos, capaces de no atender a una persona que se encuentra tirada en la calle y necesita ayuda urgente.
Más valdría que desde su estéril mente, cegada previsiblemente por sus aires de grandeza y trepismo evidente, hiciera el esfuerzo de entender las situaciones dentro del conjunto social y se parara a pensar en la interacción que se produce entre unos y otros en cada momento. La lectura ayuda.
Le quiero decir a esta sibarita y acomodada social, disfrazada de indigente para lo mediático, que la sociedad española es con toda probabilidad la que más empatía ha demostrado a lo largo de la historia y que en la actualidad somos, a excepción de ti, el ente que más nos preocupamos por la pobreza y las necesidades de los demás.
Creo que Beatriz Talegón está por desgracia entre las personas que se mueven en ese entorno que científicamente conocemos como de insuficiencia mental y que se encuentra en la parte izquierda de la campana de Gauss. Me da pena que tanta gente con carencias de todo tipo entre los que me contemplo, luchemos cada día con todas nuestras fuerzas por mejorar y crecer en muchos ámbitos, nos encontremos con prepotentes de este calado que más vale fueran los que empezaran a empatizar con la sociedad en vez de criticar su corazón. Para llegar a lo más alto, hay medios más rápidos que no pasan por dejar por los suelos el alma de las personas.
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