Y Hermann Tertsch se fue.
Se fue demostrando quién es. Un más que mediocre, rancio y grotesco tertuliano que corre despavorido
buscando la puerta de atrás de los platós en el momento que la impotencia,
producida por su incapacidad para debatir, le supera, le anula, le inhabilita y
le oscurece los ya de por si pocos elementos de los que dispone para defender
sus posiciones.
Hermann. Este curioso
y extraño personaje dispuesto a subvencionar con su falta de rigor y poca
ciencia al mejor postor. Este petulante mediático, autoritario, irreverente sin
conocimiento ni causa, mal lo debió pasar ayer para perder por abandono, por
puntos y por KO, la oportunidad de producir ruidosos esperpentos contra el
lógico e inteligente a su lado Jorge Verstrynge.
De libro. De manual de
psicología social barata. Como si de una tonta alimaña de medio pelo ser
tratara, el acomplejado y extraño Hermann Tertsch cayó en la trampa, en el hoyo, en la red, en el
agujero.
Siempre lo he dicho. Qué fácil es llevar a los acomplejados y a los antidemocráticos al sitio donde
queremos, para demostrar que cierto tipo de personas al más puro estilo Tertsch viven enajenados del mundo, con ideas lejanas a la realidad política, social y,
sobre todo, a años luz de la humana. En especial de esta última.
Fuera de las posiciones
de cada uno, al margen de decidir lo mejor o lo peor, por encima de todo está el
miedo que me da pensar cómo algunos medios habilitan la torpeza y responden
económicamente ante estos monstruos mediáticos. Unos seres inhabilitados para
todo por la lógica y moral que la historia pasada, la presente y el futuro
nos demandan.
Ayer te fuiste y deseo
de todo corazón que nunca vuelvas.
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