Hoy es de esos días que
cogería la maleta y, si no fuera por que tengo dos hijos en edad de merecer,
me iría a otro país igual al mío. No estoy contento con ningún dirigente ni con
ninguna política actual. Todo es parte de un convenio artificial que está
deteriorando la democracia hasta límites de insolvencia.
Los ciudadanos no tenemos
derechos, y el estado de bienestar se rompe a cada minuto un poquito más. Se ha
perdido el principio vocacional que procuraba garantías en los entornos
laborales. El policía, lo es porque cumplía los treinta y no le quedaba otro
futuro. El militar, lo es sin vocación por tres comidas al día y qué decir del
político. Personal circense que busca no perder su sueldo con la fuerza que le
da el clan familiar y la militancia comprada y pagada mes a mes.
Pena, pena y ganas de llorar
de ver cómo mi país, esta España por la que lucharon y murieron nuestros
abuelos y padres, se va a la mierda. ¿En qué manos estamos? ¿Qué padres nos
protegen? Todos ocupados de defenderse en vez de procurar esa ansiada
tranquilidad.
Desazón y dolor frente a
enriquecimientos y opulencia basada en el crimen organizado escondido en
subterráneos ambientes húmedos y protegidos por las leyes. Normas que ahogan,
miseria helada que cierra puertas y ventanas, opresión, depresión, imposición y
falta de libertad. Descripción negativa, toda es poca para entender el sitio a
donde vamos.
Millones de víctimas en un
mundo lleno de guerras creadas, tráfico consentido, sellados pactos entre
inmunes especies de inteligentes engendros mentales sin principios. Caníbales
de la sociedad. Impostores. Falsos entes hijos de puta. Y todo necesario.
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