Siempre se ha dicho que las
comparaciones son odiosas. Y más odiosas todavía cuando se usan como un recurso
para la mofa y la risa en contra de algún ridículo personaje. Un buen creativo gana mucho dinero, debido a que
vivimos tiempos en que la brillantez escasea. ¿Qué pasa ahora? Pues que
disfrutamos de un tiempo de cuarentenas y encerramientos, en los que la
sociedad dispone de más espacio para dedicarse a pensar e imaginar, consiguiendo
compilar verdaderas obras maestras, propias de los mejores exponentes del brainstorming más Osborniano.
Vivimos tiempos en que nuestros
dirigentes tienen que usar herramientas, a través de las cuales y con todos los
medios a su alcance, intentan forzarnos a quererlos. Esta agresión
encubierta que desde el aspecto indirecto o subliminal, sufre la sociedad, es
tan sumamente pedante y grosera, que simplemente consigue el efecto contrario.
Cada día queremos menos a la clase política cuando la tratamos como grupo y hay
que ir nombre por nombre, para poder detectar lo poquito bueno que existe en
ella. Eso es lo que ayuda a que la enferma sociedad en la que nos han
convertido, luche contra ellos con lo único que nos queda: El Ingenio y por
ejemplo, la comparación.
Hace días que he perdido la
ilusión de escribir sobre crisis sanitaria, económica y coronavirus en general.
Criticar es más difícil que adular, además que todos y cada uno de los minutos
que llevamos en este proceso mortal, el gobierno nos ofrece negligencia tras
negligencia en un no saber hacer, no saber decir, no saber medir y no saber
tratar a ninguno de los españoles. ¡La incompetencia me aburre!
Antes de escuchar los típicos
comentarios a mis artículos, en esa libertad de expresión de la que nos queda
poco tiempo que disfrutar, solo afirmar una cosa que puede servir de respuesta
a mis críticos: ¡Si, yo lo habría hecho mejor!
Por tanto me voy a tomar la
libertad de hacerme pasar por un creativo de tres al cuarto y plantear alguna
odiosa comparación, pensando en las lecturas que generaría este artículo si en
lugar del pringao de Juanan, me
llamara Reverte, Dragó, Luis del Pino o fuera el mismísimo Alex Osborn.
Recurrir a la lista de los más
importantes astronautas de la historia, es recuperar nombres como Gagarin, Armstrong,
Collins o Aldrin y por ejemplo Tereshkova, por ser los primeros en salir ahí fuera,
en llegar a la luna o recordar el ocho de marzo. Y después de tener todos los
datos de la carrera espacial delante y tratar de encontrar el sitio para
nuestro astronauta más español de todos y actual ministro en La Administración Sánchez, no me cabe duda que
tengo que recurrir a Ham, otro astronauta del que nadie se debe olvidar.
Ham fue el primer héroe del
programa espacial estadounidense. Despegó de Cabo Cañaveral en 1961, muchos
años antes de que pisáramos La Luna, y recorrió casi 300 kilómetros, amenizando
15 minutos más tarde en el Océano Atlántico. Ham aprendió a manejar la nave que
le transportaba. A los pocos días consiguió ser portada del Life y lo que es
más importante, habilitó a Shepard a realizar un vuelo similar con todas las
garantías, medio año después. Hoy en día creo que el astronauta más importante
que hemos tenido en España, podría ser comparable en muchas cosas a Ham,
salvando las distancias, ya que el chimpancé americano, fue muchísimo más
mediático que Pedro Duque y solo fue premiado con una manzana. ¿Sabría Ham
ponerse una máscarilla quirúrgica?
Si llego a las veinte mil
lecturas, soy capaz de buscar comparaciones entre políticos españoles y
personajes de ficción como Cantinflas, La Pelopaja o Cuasimodo.
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