Hace cuarenta años que pisé Galicia
por primera vez, casi diez años que Galicia entró en mí y lo que realmente me
importa, cinco que yo entré en Galicia. ¡Y es para quedarme!
Soy madrileño y nunca seré
gallego. Nací en Torrejón de Ardoz a exactamente 535 kilómetros de lo que yo
llamo Campo de la Fiesta de Castro Riberas de Lea, pero es curioso como después
de haber vivido en unos cuantos sitios, a la sombra de muchos árboles y de
ningún carballo, rodeado de gente muy diferente, tuve que cumplir casi medio
siglo ya rebasado en el día de hoy, para entender que uno puede sentirse en un
lugar, igual que en el sitio en el que nace.
Hace tiempo que paso muchos meses
en Castro y cada año que pasa, esa balanza va camino de compensarse con el
tiempo que vivo en Madrid. Verano, Invierno o fiestas de guardar, cualquier
época es perfecta para vivir entre gallegos. ¿Es la tierra? ¿Es el clima? ¿El
cambio de aires? ¿La Paz? No. Son sus gentes, son los gallegos, ellos son los
que hacen que un madrileño como yo, este completamente loco por hacerse más de
mil kilómetros aunque solo sirvan para
pasar unas horas entre ellos y muchas veces, para ni verlos. ¡Qué cosas!
Hace diez años que empecé a conocer bien a una gallega especial por
muchas cosas. Cuando volvía de su tierra, en cualquier momento del año y por el
motivo que hubiera ido allí, necesitaba tres días de cama solo para llorar. ¡Ni
el sexo la consolaba! Mentiría si dijera que en ese momento lo único que se me
pasaba por la cabeza, era pensar que esa manera de actuar era una de las muchas
taras que hoy confirmo tiene. Pensaba que echaba de menos a su familia, ya que
era la única manera de poder justificar un poco esa para mí, en ese momento
gilipollez. Después de comprar La Silvosa o Casa todavía Amarilla de Castro y
pasar varios meses al año en su tierra, sigue llorando cada vez que vuelve a
Madrid. A día de hoy todo sigue igual excepto una cosa. ¡Este año, también
lloro yo! Ella lo llama morriña, ellos dicen que eso es la morriña. ¡Pero es
mentira! Un madrileño no puede tener ese sentimiento por una tierra que no le
vio nacer. Llorar cuando se vuelve de Galicia solo indica una cosa, que pasa
porque Galicia es la tierra donde mejor se está de absolutamente todo el
planeta.
¡Estoy indignado! España es un curioso
país en el que convivimos casi cincuenta millones de seres genéricamente humanos,
y digo genéricamente porque muchos de nosotros no deberíamos albergar ese
calificativo al menos en su parte más filosófica. Independentistas, proetarras y
hasta asesinos por cuenta ajena, acompañados de cientos de miles de imbéciles
sin diagnosticar conviven entre nosotros.
Por el otro lado compensan los
médicos y comerciales, directoras de colegio, hosteleros, arquitectos y fabricantes
de ventanas. Y digo que estoy indignado, porque en este pasado fin de semana en
el que se celebraban las fiestas de creo lo que ya es hoy mi primera
residencia, independentistas, proetarras, asesinos, médicos, directoras,
hosteleros y también vaqueros, a todos, nos pusieron a bailar cumbias,
vallenatos, bachatas, merengues y corridos. Es decir, que después de esperar un
entero año, para disfrutar de la más y mejor ineludible cita que la morriñosa y
yo tenemos en nuestra agenda, pienso que nos podríamos haber ahorrado unas
fiestas solo excitantes el sábado, que deberían de llamarse latinas, en lugar
de gallegas.
Soy de Madrid pero como y bebo en
Galicia. Vivo en Torrejón de Ardoz, pero
salgo de fiesta cuando mis accidentes pasados me lo permiten, a más de
quinientos kilómetros de nuestra otra residencia y no me gusta El Combo
Dominicano, es curioso e increíble pero es así. Resulta y hay que decir a los contratantes,
que a la mayoría de la gente, no le gusta El Combo Dominicano, o más bien la
música que hacen. Para mayor alegría, al año que viene en nuestras mismas
fiestas los volveremos a tener, acompañados de Paris de Noia, que algo
intentará compensar. En este sentido solo una cosa más: ¿Hubo
pregón en las fiestas de este año? Debió de ser muy corto porque
particularmente, no me dio tiempo ni de atenderlo. No me he visto en A Chaira este año y creo que es el primero que paso desapercibido. José Ángel Diaz tendrá que sufrir las consecuencias. Por cierto, la pregonera debería de repetir el año que viene, con un pregón escrito y gratis, por un servidor. ¡Impactó!
Mel Gibson ha estado de visita por
el norte de España y después de pasar por Asturias, se vino a nuestra –perdón,
por la atribución– tierra. No es el primer australiano que pasa por la Terra
Chá, ni el primer americano, ni será el primer irlandés. Tres nacionalidades en
una sola persona, paseando a media hora de La Silvosa. Hubiera sido muy fácil
hacerle venir a pintar la mona al Suso, Arrincadeira y a dormir en el Río Lea
aunque no esté acabada la reforma. Solo habría tenido que pedirlo y Castro
Riberas de Lea, se hubiera convertido en escala de paso a Santiago, concretamente
el día 4 o 5 de agosto por la mañana. ¿Pero qué tiene Mel Gibson que no tenga
cualquier castrexo? La respuesta es nada y además me hubiera tocado pagar la
comida y si me apuras poner cama a toda su seguridad, que garantizo comen lo
mismo que Luis y yo, y beben un poquito menos que La Directora. ¡Además nos habrían
jodido la siesta, entera! Me lo pensaré con Clonney, Cage o Cruise en sus
próximas visitas a la zona, sobre todo si coincide en viernes que las pizzas
nos salen más baratas en el 3x2 del Améndoa.
De cualquier manera y dejando
claro que nunca miento, tengo que decir que tenemos entre nuestras gentes, a
personajes mucho más importantes que cualquier actor de Hollywood, por muy
famoso que sea. Salen a medio esconder, pasean de bar en bar bebiendo 1906 y echan
a todas las tragaperras existentes que se encuentran en su camino como un vicio
menor de los muchos que tienen. ¡Qué Mel, ni que pollas!
Un mensaje a los políticos
locales, regionales, nacionales e internacionales. ¡Los gallegos no queremos
que venga más gente por aquí! Queremos seguir viendo kilómetros de campo llenos
de caminos en los que nos encanta perdernos. Nos encanta volver borrachos a
casa, casi sin conocimiento, caernos en una cuneta y que te despierte el frio o
el amanecer, pero nunca el tonto de turno que te quiere salvar la vida. ¡Si hay
que morir, que sea así! Nos encantan las ovejas que parecen perros o los perros
que no se si son ovejas y en definitiva, creo que Galicia tendría que estar a
mil quinientos kilómetros de Madrid, para que todos los madrileños os quedéis en
vuestra casa. ¡Es broma! ¿A qué me habéis entendido?
Ay dios. Que bonito¡¡¡¡
ResponderEliminar