Tabaco y alcohol, un día hachís, marihuana y esas drogas de
diseño, cocaína, heroína y así sucesivamente para terminar muerto en vida o
sencillamente, para terminar con nuestra vida. Ese es el camino de esos
chavales que sin cumplir muchas veces los doce años y empezando desde abajo,
han llegado a convertirse en unos campeones mundiales en la especialidad de
destrozar su familia a través de esos comportamientos inherentes al consumo
permanente de cualquier droga. Destrozar
su familia, buscando una forma rápida de morir.
Emilio fue uno de estos campeones del mundo. Emilio no
esconde su pasado y después de mucha lucha y sacrificio demostró que de la
droga se puede salir, asumiendo que el calificativo de toxicómano jamás desaparecerá de su vocabulario y mucho
menos se irá de su pensamiento. ¡El que es drogadicto una vez, no deja de serlo
hasta el día en que se muera!
Emilio apartó la droga de su vida. Ese día, el último de una
vida y el primero de otra, entendió que su solo podía seguir adelante,
agradeciéndose asimismo su esfuerzo a través de la ayuda a los demás. Se podía
haber dedicado a lo que mejor sabe hacer, a su especialidad, a su arte, a su
mundo, a su música, a la música. ¡Pero no! Emilio empezó a ceder su tiempo y su
dinero a los demás, lo poco que tenía, las pocas fuerzas con las que en ese
momento contaba las dedicó a intervenir y apartar a las víctimas de ese camino
en el que la droga te lleva a la muerte. Y así, en lugar de mirar por él, en
cuidarse de sí mismo y en hacer una fortuna de su tiempo, se convirtió en el
ángel que muchos conocemos y que ha salvado muchas vidas. ¡Literalmente, muchas
vidas!
En grupos, a solas, con los niños o con los padres, con las
compañías y a través de su voz, con sus palabras, a través de su experiencia,
comparando y advirtiendo, entendiendo, abrazando, besando, queriendo, pidiendo
y muchas veces llorando, es como Emilio ha conseguido sacar a decenas y decenas
de adolescentes del camino a su muerte. Pataleando, gritando, saltando, riendo
y corriendo detrás de chavales que ya presumían como muertos andantes de estar
apartados de sus estudios, de sus familias, de sus amigos y aislados en el
rincón que te encajona la droga, Emilio se hizo querer como necesitaba para
cambiar el alma de muchos niños. ¡Niños que hoy tienen futuro, gracias a Emilio
Ortiz Celada!
Hace tres días que leí una historia que a través de un
comentario en Facebook, Emilio me contaba. Emilio y por petición de sus amigos,
anunciaba que se quedaba sin casa, que un banco le echaba de su hogar, a la
calle, a vivir bajo un cielo abierto, ese cielo que tantas y tantas veces le
vio llorar. No he podido pagar mi casa y
no me han dado ninguna oportunidad, me veo en la calle y no sé qué voy a hacer.
Mi mujer se irá con su madre, yo con la mía y nos reímos pensando que
volveremos a estar como en tiempos, como novios. Sin dramas y sin llorar e
incluso sabiendo que esto que hoy tiene encima no es nada comparado con los
ojos de la muerte que le miraron durante mucho tiempo, Emilio será capaz de
salir de esta nueva prueba que ese Dios que dicen existe, le ha vuelto a poner.
Pero después de leer y repasar la reciente historia de
Emilio, esa que se escribe desde la oficina de un banco y que en pocos días
pone a su familia con él en la calle, me he preguntado sobre su valor. El valor
que tiene Emilio, e valor de lo que ha hecho por los demás, de lo que vale la
felicidad que ha conseguido para tantas familias y sobre todo, me he
cuestionado cuánto vale la vida de este o aquel chico de 13 o 14 años que de no
ser por Emilio, hoy estaría bajo tierra. ¿Cuánto?
He tenido que engañar a Emilio. Le he pedido un número de
cuenta para meterle algo de pasta, para hacerlo y también hacer público lo que
Emilio nunca haría.
Un ángel necesita
ayuda y hay veces que las personas tenemos que ayudar a los ángeles.
No podemos regalarle una casa a Emilio, no podemos generarle
una deuda que no le deje dormir, pero si podemos hacerle llorar de emoción,
sabiendo que en este otro lado, hay unas personas anónimas que entienden que
cuando alguien ha dado su vida por los demás, es justo que estemos ahí, con
diez, veinte o treinta euros, muchos pocos, lo que sea que haga que la
transición, la espera y el proceso que durara dos o tres meses, hasta que
Emilio recupere su casa o se pueda gestionar otra, vivir le sea más difícil.
Las alas de Emilio se han mojado y el ángel que tiene dentro no puede volar. ¡Y
claro que sí ¡ ¡Claro que las personas también podemos guardar a los ángeles! ¿Nuestro
ángel de la guarda siempre estuvo ahí? Supongo que la mayoría de las veces. ¡Es
muy sencillo!
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ES20 2105 6077 4330 1000 6209 Es la cuenta que tiene Don
Emilio Ortiz Celada en una sucursal de Liberbank en el lugar donde todavía
habita. Una sucursal de Rivas-Vaciamadrid sita en el 101 de la Avenida Levanta.
¡Cada cual sabrá lo que debe hacer!
Perdón por el atrevimiento a la hora de hacer esta petición,
en otra vida ya me arrepentiré de esto y de otras muchas cosas.
Juanan.
Ayudarle con una aportación puede ser útil en el corto plazo, pero lo que de verdad necesita Emilio es encontrar un trabajo remunerado para no depender de la caridad.
ResponderEliminarEsto no es caridad. Es echar una mano de una manera que Emilio consienta. Y estamos hablando del momento concreto. Emilio no permite esto y ha sido en contra de su voluntad porque y así lo he creído conveniente yo. Saldrá de todo por sí mismo.
ResponderEliminarMuy buenas palabras Juanan. No es caridad, tal vez sea solo “una pequeña” parte del pago que debería haber cobrado por su trabajo.
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