¡Qué suerte tenemos!
Vivimos un momento histórico. Unos segundos prodigiosos en
esa infinita línea que dibuja la historia. Si no me equivoco, fueron los griegos
de Tasos quienes protagonizaron la primera rebelión de la que se ha escrito lo
suficiente para poder recordarla en estos días. Y no me equivoco porque en mi
casa hay muchos libros de historia.
Hace muchos siglos y curiosamente por motivos económicos,
como ahora sucede con los secesionistas catalanes, la isla de Tasos se rebeló
contra Atenas. El oro fue el culpable, ya que ese territorio, estaba provisto
de un rico yacimiento que todos querían ordeñar. Profundizando un poco más, es
incluso probable y según las malas lenguas, que aquel movimiento
político-económico fuera participado en sus principios por los propios
atenienses, debido a un conflicto interno entre los tasios y los pueblos
vecinos. ¿Nos suena?
Pasados unos siglos y por recordar la época romana, me
acuerdo de un Puigdemont llamado Carausio. Pobre de solemnidad en sus orígenes,
supo trepar lo suficiente en el ejército para obtener el mando de un navío de
la Classis Britannica. Posteriormente e influenciado por los terroristas de turno, se asoció a los
piratas, se hizo rico y tuvo el valor de enfrentarse a Maximiano declarando la
independencia unilateral de Britania. Todos conocemos el final de esta
historia, en la que Carausio fue asesinado por un segundón Junqueras llamado
Alecto, siendo este a su vez, aniquilado por el Imperio. ¿Más o menos?
Jonia, Espadán, la misma Cataluña en 1640, los irlandeses del
XVIII, un movido final del siglo XIX en Ásia, México, Argentina y así tantas y
tantas rebeliones, exitosas pocas, que nos pueden servir de nexo para entender
que puede pasar con el actual independentismo catalán.
Lo que en mi opinión va a suceder, es absolutamente nada. O mejor dicho, nada que sea digno de recordar
en el sentido de que se produzca algún tipo de cambio de control por el
territorio catalán. Quien conoce a Puigdemont de sus tiempos gerundenses, le
recuerda como un politiquillo de poca monta y cobarde que desde sus primeros
pasos se declaró independentista por instinto. Por instinto o por dinero, pero
incapaz de hacerse responsable de la pena de cárcel que tendría que cumplir si
se moviera un poquito más allá.
Al final todo es más de lo mismo. Argumentamos ideales
cuando lo que queremos es llevarnos buenos réditos a casa, haciendo lo menos
posible. Creamos movimientos que terminan en organizaciones no gubernamentales,
que se cuentan por millones y que solo sirven para robar. Incluyo a la Cruz
Roja, Adena o la mismísima Greenpeace. ¡Ahí queda eso!
El independentismo catalán es un movimiento reaccionario que
solo busca el enriquecimiento personal de unos cuantos radicales de izquierdas,
que bajo las ordenes de los grupos anticapitalistas de Seattle, reivindican únicamente
mantener sus cuentas bien nutridas.
Da igual remontarse 2500 años atrás o mirar los disturbios
ocasionados por los rebeldes catalanes, para entender que todo en esta vida se
mueve por sexo y dinero. ¿A qué lo del
sexo no lo esperabais?
Bona Nit.
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