Perpetrar un golpe de estado, significa la toma del poder
político con el fin de dejar sin derechos a un estado. Y un estado de derecho,
es el orden por el que se rige un país. Sin entrar en más detalles y a través
de esas cuatro palabras, podemos entender que lo que está sucediendo en
Cataluña es un intento golpista. Ante esa situación solo hay dos posibles
salidas. La primera es que el delito se
consume y triunfe el independentismo, lo que cambiaría el mapa político en todo
el país, abriendo un nuevo capítulo en la historia. La segunda es que aplicando
el régimen jurídico existente, triunfe el estado de derecho y todo siga como
hasta ahora.
Pero por encima de esos pensamientos teóricos en cuanto a lo
que está pasando y las consecuencias directas a las que nos estamos
enfrentando, existe un derecho que también e incluidos los catalanes, tenemos
todos los españoles. Ese derecho se llama dignidad.
La dignidad no es una cualidad que nos haya impuesto nadie,
porque nace con el hecho de ser persona y todos y cada uno de nosotros lo es
por propia naturaleza. Y quiero entrar en ese aspecto, argumentando que no estoy
hablando de honorabilidad ni tampoco me refiero al término histórico que
contempla la dignidad como un estado del hombre dentro de las directrices del
cristianismo.
Soy digno y tengo mis derechos, porque hay un gobierno que
debe de velar por ellos. Soy digno porque pienso en consecuencia y diferencio
entre lo malo y lo bueno. Soy digno, porque soy capaz de vivir sin hacer daño a
los demás y porque he entrado a convivir en un sistema de respeto recíproco que
no me salto nunca, en el que puedo elegir con quien estoy.
El intento de golpe de estado independentista de Cataluña,
se le ha ido de las manos al gobierno de España. Se equivocó con una esgrimida
tolerancia, fruto de una cobardía manifiesta que amparaba negociaciones
políticas que ponían corruptos en los escaños de los parlamentos de las
diferentes regiones. Y no hablo de todos esos políticos honrados que desde unos
u otros colores defienden la misma dignidad que yo. No hablo de socialistas o
de populares. No hablo de mis amigos con los que hablo todos los días y tienen
los mismos problemas que yo.
Hablo de desamparo y de consentimiento. Hablo de una
fiscalía que no pone en funcionamiento las leyes del estado y de unos cuerpos
de seguridad desamparados a los que no les queda más remedio que dejar en la calle
a toda la cúpula golpista de extrema izquierda que está quemando nuestro país.
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