Publicado en Sierra Norte Digital 13/6/2014
Hace pocas semanas asistí a una de las innumerables comidas de negocios en las que tratamos de concluir acuerdos o transacciones comerciales en el ámbito que nos ocupe y me pasó lo siguiente:
Hace pocas semanas asistí a una de las innumerables comidas de negocios en las que tratamos de concluir acuerdos o transacciones comerciales en el ámbito que nos ocupe y me pasó lo siguiente:
Ese día tocaba un habitual y carísimo local de moda en el barrio de Salamanca de Madrid en el que se come peor que mal y que no recomendaré jamás a nadie. Es el mismo antro que en la noche y sin cambiar mobiliario ni servicio se convierte en una modernísima casa de citas que, no declara impuesto alguno por esta actividad en su horario nocturno.
Después del último café y con hambre, tras una muy mala comida que solamente salvó el premiado «Carril de Cotos», de la Bodega San Isidro de Pedro Muñoz, nos dispusimos a pasar por caja para «con dos cojones» afrontar el susto al que ya se está acostumbrado en cuanto a la factura se refiere. En ese mismo momento se nos comunicó que la «fiesta», nuestra fiesta estaba pagada por un grupo de elementos que se encontraban tres mesas a estribor y sobre los que, uno de nuestros acompañantes había reparado anteriormente.
¿Nos conocen esos caballeros? Pregunté sorprendido ante la ilógica generosidad que aparentemente carecía de cualquier interpretación sobre todo matemática, por lo abultado del importe al que habían hecho frente.
Ante la respuesta del que casi parecía «el cobrador del frac» y desde una respuesta que no aclaró identidad alguna, se nos informó de manera confidencial que, se trataba de «conseguidores» que a modo de lobby organizaban reuniones con diferentes empresarios y/o políticos sobre las que cobraban más o menos una importante comisión.
Agradecido y con «nauseas, palpitaciones y diarrea propiamente dicha» generada por mis poco inteligentes principios que, obligaban a pagar lo que perfectamente podría haber destinado a «la iglesia», abone lo que a excepción del vino, no merecía y volví pensativo a los quehaceres de la tarde ya entre lágrimas.
Empieza el mundial y será mañana cuando la siempre caprichosa selección que realiza Vicente del Bosque, Mister de turno, haga su primera aparición frente al también siempre mítico equipo holandés. Pero al igual que los chicos del norte no se parecen en nada a los subcampeones del mundo de hace cuatro años y están todavía más lejos de su mejores años setenta, nosotros los españoles, tampoco podamos equipararnos como equipo, a lo que éramos en el 2010.
Muchas veces hablamos del entorno político como si de un nido de víboras se tratara y donde las influencias son la enfermiza prioridad a la hora de tramitar cualquier negocio. No hay duda de ello hasta el punto de que se acuñan vocablos que lejos de pertenecer a ningún diccionario y no tener traducción en otros idiomas, definen el oficio al que se dedica el comercial de gestión de almas. «El conseguidor».
¿Existen conseguidores en el fútbol? No desconozco del todo este mundo con el que conviví una época de mi vida. Pero no se trata de que yo cuente mis experiencias tanto como tratar de generar un debate sobre si las decisiones son las más acertadas y si sobretodo, siempre se realizan pensando en «lo mejor».
David Villa es un jugador que milita en un equipo del grupo A de la liga australiana que, a su vez solamente tiene cuatro o cinco años de historia y que en su última campaña quedó en el puesto número diez de un montante. «Creo que este año no juego Champion». El señor Villa no tiene hueco en ninguno de dos grandes de nuestro país ni tampoco en el Barcelona de Luis Enrique. ¿Es una decisión acertada?
Diego Costa ha hecho una buena temporada, pero soy de los que piensan que si no se hubiera empeñado en acelerar su incorporación después de las lesiones, los colchoneros podrían haber hecho una última sustitución en los momentos finales de la final europea y casi con toda probabilidad haber ganado la soñada copa. ¿Más de lo mismo? ¿No hay otros delanteros en España? ¿Es una decisión acertada? ¿Llegará a jugar más allá de para buscar un gol en las postrimeras de un partido ya perdido?
¿Es Iniesta el mismo arquitecto que antaño? ¿Ha menguado Piqué? ¿Está Alonso en la misma forma física?
Ahí lo dejo. Quizás algún día alguien nos cuente esa parte que no conocemos del negocio del fútbol que, más tiene que ver con la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Suiza y las cloacas por donde fluyen los billetes de 850 €.
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