Acabar octavo de EGB y llegar a BUP daba miedo. El mimo con el que
te educaban los primeros años había cambiado. La exigencia más temida que real
y los nuevos compañeros, se convertían en monstruos con los que luchar. El miedo
a las novatadas que aquellos cíclopes trataban de infringir no dejaba dormir a
muchos. Estábamos en un instituto y teníamos 13 años.
Ver y oír. Verdad, bien y justicia. Los sentidos del ser humano
usados para el desarrollo de las ideas que conforman la base de la educación,
se convierten en la garantía sobre la que se apoya la existencia de la
sociedad. Sin educación no hay sociedad. Desde Aristóteles hasta hoy, el cuento
no ha cambiado.
El futuro de cualquier país está en manos de los maestros. Moldear
la personalidad de un niño es con toda seguridad el trabajo más bonito y, a la
vez, más difícil que existe. Preparar personitas para vivir es la contribución
menos estéril a la sociedad que se realiza desde un ámbito enteramente
profesional.
Enseñar un lenguaje que haga comprensible nuestro pasado. Mostrar
los medios para, usando ese lenguaje ponernos en contacto con el mundo y así
abrir espacios a la imaginación, podrían formar la descripción de cómo el ser
humano se imagina y potencia su futuro. Un futuro que formarán las personitas,
esas que hoy se forjan al lado de los maestros.
¿Trabajar con personas es diferente a trabajar con máquinas? ¿Qué
diferencia hay entre un arquitecto y un maestro? Se tarda mucho tiempo en
construir un puente y son muchos años que se necesitaron para alcanzar la
planta más alta del mundo. Pero el verdadero arquitecto no es solamente el
sabio que creció aprendiendo matemáticas y física, sino el maestro que extiende
cada día los puentes más largos del mundo y eleva la entidad de esas personitas
a cielos todavía sin explorar y que se arman de paciencia para dar lo único que
una personita necesita. Amor.
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