Snowden y el atentado de Boston,
guerras y guerrillas, un nuevo y diferente Papa o la muerte de Madiba, forman
hoy parte de mis reflexiones que, en forma de recuerdo, me deja el año que se
va. Bárcenas, Blesa y algún personajillo más, junto con la parte corrupta de la
política andaluza e incluso UGT, se unen también en ese contexto de vergüenza
ajena que como diría Bergoglio, gracias a Dios todavía nos queda.
Me duele recordar los fracasos
personales propios como hijo, amigo, profesional si algún día lo fui y, sobre
todo, como compañero de quien tenía que haber sido.
Todavía por encima de eso está el
dolor que causa pensar en la inmensa cantidad de fallos que cada día he
cometido como padre.
En definitiva un año ni malo ni
bueno en general, el mejor para algunos y el peor para otros, que se va y que
nos hace más viejos pero no más listos.
El tiempo nos aferra al consuelo
del tonto. Siempre hay alguien peor o al menos no tengo ninguna
enfermedad forman parte de las sentencias que nos autoproclaman como
invencibles dentro del nulo valor que eso significa para nosotros mismos.
No ha sido el peor año de mi vida
pero ni mucho menos ha sido el mejor. Los últimos acontecimientos en casi todos
los espacios importantes están siendo negativos pero también hay que decir que
ahí delante existe un desnivel, en el que se han quedado cosas respecto a las
mismas fechas del año pasado y a la vez hay nuevas incorporaciones con las que
apetece mucho vivir.
Con este texto pretendo separar
dos mundos y recolocar muchas cosas. Me he prometido a mí mismo un cambio
radical que nos vendrá bien a todos y del que aquí quedará constancia a modo de,
si cabe, propósito de enmienda.
Había una vez un hombre que
metódicamente y, por protegerse de sí mismo, se veía inmerso en un
enfrentamiento contra esos que se denominan especialistas en procesos mentales
y que comprenden y saben de las relaciones que se mantienen entre el alma y
cuerpo de las personas.
Después de dos o tres días de más
de lo mismo y siempre igual, el conjunto de los que ese hombre denominaba
galenos frustrados, determinaban que no había diagnóstico porque eran ellos los
que se sentían analizados por el paciente.
¡Qué fácil es recolocar y
entender la mente de los demás y qué difícil resulta hacer una pequeña
incursión en la propia!
Solamente una cosa más a modo de
recomendación: Cuidado con el WhatsApp. Es más peligroso que la misma NSA.
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