Cuanto menos, vivir es
complicado. A veces, los días pueden ser bonitos y salirnos todo a pedir de
boca. Dependiendo de a quien miremos por la calle, nos damos cuenta de que la
suerte no es igual para todo el mundo. La inteligencia y la cultura, las oportunidades
o esa suerte, funcionan como factores que nos modifican cada día el futuro que está
por venir y con cada paso, con cada palabra y con el mismo sentimiento,
cambiamos el mañana a veces incluso, de forma muy radical.
Es más. A lo largo de
los tiempos, el hombre, independientemente de ser el protagonista y en parte
artífice de sus éxitos o fracasos, también se ha ido viendo guiado por las
referencias que vienen ya dadas por el simple y a la vez tan trascendental
hecho, de nacer en un sitio o en otro.
Vivimos
tiempos complicados. Demos las vueltas que demos, cualquier contexto de la vida
es parte de un ciclo. ¿Todo es cíclico? Las crisis sociales o económicas lo
son. Las guerras van y vienen a capricho del ciclo económico e, incluso, las
plagas y las enfermedades han sido periódicas y constantes en medidos y
calculados espacios de tiempo. Hoy en día controlados avances tecnológicos nos
van alejando de ciertas y automáticas formas de control natural de la población.
Disponemos de gordas
cabezas que nos permiten pensar y poner hermosos cuerpos en marcha para obrar
algunas decisiones. Conscientes o inconscientes, disponemos y operamos
respuestas en base a quimeras recibidas que tratamos sin saber cómo y en base a
ello avanzamos las casillas que nos correspondan en ese turno.
Somos incapaces de
controlar nueve de las diez partes de nuestra mente y estamos siempre seguros
de nosotros mismos. La prepotencia, la estupidez, el egocentrismo y la falta de
empatía declaradas en el libro de instrucciones del ser humano, no son fiables
cuando nos ponemos a prueba sobre el terreno.
Soy el más tonto del
mundo y además no me esfuerzo en cambiar. Quiero que la sociedad que
interacciona conmigo, y se preocupa de quererme o de odiarme, se quede con ese
concepto. Porque me niego a pensar que soy capaz de acertar sobre algo cuando
solo tengo un pequeño porcentaje de consciente decisión y, como el resto, a
través de los mecanismos de defensa de los que dispongo, solo saco respuestas
que me dan la razón.
Hoy seguiré buscando a
otro más tonto que yo. Ayer, estuve a punto de encontrarlo, pero al final
resulto ser similar a mí. Somos como las botellas de cuello estrecho. Cuanto menos contienen, más ruido hacen al vaciarlas.
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