martes, 26 de marzo de 2013

La Mente Consciente e Inconsciente. El Pope


Cuanto menos, vivir es complicado. A veces, los días pueden ser bonitos y salirnos todo a pedir de boca. Dependiendo de a quien miremos por la calle, nos damos cuenta de que la suerte no es igual para todo el mundo. La inteligencia y la cultura, las oportunidades o esa suerte, funcionan como factores que nos modifican cada día el futuro que está por venir y con cada paso, con cada palabra y con el mismo sentimiento, cambiamos el mañana a veces incluso, de forma muy radical.

Es más. A lo largo de los tiempos, el hombre, independientemente de ser el protagonista y en parte artífice de sus éxitos o fracasos, también se ha ido viendo guiado por las referencias que vienen ya dadas por el simple y a la vez tan trascendental hecho, de nacer en un sitio o en otro.

Vivimos tiempos complicados. Demos las vueltas que demos, cualquier contexto de la vida es parte de un ciclo. ¿Todo es cíclico? Las crisis sociales o económicas lo son. Las guerras van y vienen a capricho del ciclo económico e, incluso, las plagas y las enfermedades han sido periódicas y constantes en medidos y calculados espacios de tiempo. Hoy en día controlados avances tecnológicos nos van alejando de ciertas y automáticas formas de control natural de la población.

Disponemos de gordas cabezas que nos permiten pensar y poner hermosos cuerpos en marcha para obrar algunas decisiones. Conscientes o inconscientes, disponemos y operamos respuestas en base a quimeras recibidas que tratamos sin saber cómo y en base a ello avanzamos las casillas que nos correspondan en ese turno.

Somos incapaces de controlar nueve de las diez partes de nuestra mente y estamos siempre seguros de nosotros mismos. La prepotencia, la estupidez, el egocentrismo y la falta de empatía declaradas en el libro de instrucciones del ser humano, no son fiables cuando nos ponemos a prueba sobre el terreno.

Soy el más tonto del mundo y además no me esfuerzo en cambiar. Quiero que la sociedad que interacciona conmigo, y se preocupa de quererme o de odiarme, se quede con ese concepto. Porque me niego a pensar que soy capaz de acertar sobre algo cuando solo tengo un pequeño porcentaje de consciente decisión y, como el resto, a través de los mecanismos de defensa de los que dispongo, solo saco respuestas que me dan la razón.

Hoy seguiré buscando a otro más tonto que yo. Ayer, estuve a punto de encontrarlo, pero al final resulto ser similar a mí. Somos como las botellas de cuello estrecho. Cuanto menos contienen, más ruido hacen al vaciarlas.

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