Hoy es de esos días en los que
estoy especialmente cansado de oír la palabra catalán. Y si bien es cierto que
no me refiero a toda la extensión que comprendería su literalidad, sino más
bien a ese conjunto de delincuentes comunes que habitan en aquella parte de
España y que se pueden agrupar en grupos
de ladrones, prófugos, prevaricadores, estafadores o presidiarios y así
extendernos hasta cualquier tipo de indeseable que podamos imaginar, también es
cierto que estoy empezando preocuparme demasiado con todo lo que huele de
Zaragoza hacia arriba.
He llegado a tal punto de asco,
que ayer fui incapaz de ver el partido de fútbol que enfrentó a esa panda de
culés contra uno de los equipos de la capital de España. He llegado a tal nivel
de repugnancia contra cualquier cosa que huela a independencia, que he tenido
que ir a vomitar cuando en las noticias de hace un rato, he tenido la mala
suerte de enfrentarme a las declaraciones de Molins.
El actual abogado de
Sandro Rosell, expresidente del equipo de la Ciudad Condal, argumenta que no
tienen ningún sentido que el sinvergüenza de su cliente lleve metido entre
rejas un año. Es raro que siendo su abogado, no se haya leído lo que después de mucha investigación, y en
forma de delitos, le cuelgan al delincuente que representa.
La magistrada Lamela, consideró
en su momento que tanto Rosell como su esposa Marta Pineda entre otros,
formaban parte de una organización criminal, la cual se dedicó a blanquear
dinero procedente de comisiones ilegales derivadas de la venta de los derechos
de la selección de fútbol a una mercantil árabe con sede en Islas Caimán. El
auto de prisión que en su momento se dictó, demuestra que Rosell habría
realizado estas operaciones a través de un entramado de sociedades andorranas.
Es decir, que visto lo visto y con todo lo que ha llovido en estos meses que
han pasado, nos encontramos con lo que estamos acostumbrados a ver a diario. Un
catalán al uso, que en el momento de verse en libertad provisional, se iría
corriendo a Bélgica. Ese paraíso destinado a albergar a terroristas catalanes y
musulmanes.
Soy incapaz de separar política y
deporte. Pero no hago nada más ni nada menos, que lo que hacen ellos. Partidos
dedicados a reivindicar la libertad de presos comunes, ceder instalaciones para
actos independentistas, sufragar gastos que suponen actos terroristas contra la
nación que es nuestra casa, quemar nuestra bandera y así sucesivamente,
podríamos contar a cientos los normales sucesoss que se viven en ese
infierno independentista lleno de
gentuza de la peor calaña, que es el campo de fútbol que se encuentra en el
distrito de Las Cortes de Barcelona.
Señores catalanes independentistas
y terroristas. ¡Cada vez os queda menos!
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