Dejando a un lado la socorrida Grecia como lugar de
nacimiento de cualquier forma de pensamiento, me gustaría dar valor a tiempos más
modernos, en los que nació el verdadero razonamiento sociológico, como
conclusión a una muestra de población más o menos importante.
Dentro de lo que podríamos considerar la historia moderna,
tendría que ir a los también socorridos libros, para recordar todo lo que he
leído sobre Jaldún y la base del conflicto social, aunque me sería más fácil
ambientarme en la Ilustración, donde
Vico o Montesquieu se metieron de lleno en el análisis de las instituciones y
hasta podría parecer un mediocre catedrático, adentrándome en autores como el
mismísimo Comte, padre de la propia definición.
Habiendo terminado esta introducción que no sirve para nada
más, que para encuadrar el particular del texto dentro del ámbito social, quiero
pasar a exponer el motivo por el que en esta casi desierta época de textos, me
he decidido a ceder un poquito de reposo mental, que no físico por prescripción,
a plantear una idea sobre la que llevo tiempo turrando.
Los que en algún momento de nuestra vida nos hemos visto inmersos
entre libros, sobre los que tratábamos de aprender a clasificar a las buenas
gentes que nos rodean y además hemos intentado hacer nuestra propio encaje de
bolillos, para conseguir nuestras propias divisiones, podemos recordar fácilmente
al introvertido o al hostil, al estable y al rebelde, al conservador, al
astuto y al ingenuo o al mismísimo esquizotímico. Y así, habría decenas de maneras
de agrupar sociológicamente a la población. Pero hoy en día estoy empezando a
echar de menos un nuevo y grandísimo grupo, que a su vez sería la caja donde
hacer coincidir a muchos personajes de cualquier otro grupo.
El Mandril es un animal que reúne interesantes
características y que a lo largo de la historia y según se han ido conociendo,
dejó otros géneros para ser uno mismo por sí solo. Pero el verdadero Mandril,
ese que yendo siempre en grupo, mete la pata por si solo y tiene el culo
pelado, no habita en África Ecuatorial, sino que está aquí entre nosotros.
Hagamos la prueba y pongámonos a pensar en todos y cada uno
de los conocidos que nos rodean. Ese enteradillo que siempre lo sabe todo y que
cuenta por ridículos, todos los momentos en los que abre la boca. ¿Y la estrella
del grupo? Ese zopenco que no sabe hacer bien nada, pero que curiosamente es
capaz de triunfar como tuerto en el reino de los ciegos. ¿Son mandriles también
los que acuñan el término viral alrededor de dicha estrella?
Lejos de pretender una diferenciación machista, pero centrando
por un instante el tema en el mandril femenino, hay que recordar que no cabe la
menor duda de que en nuestra sociedad y en cualquier punto del mundo hay
verdaderos encantos de mujer. Las hay guapas y con cuerpazos que quitan el
sentido, inteligentes y dulces. Mujeres diez, blancas, negras o amarillas que
llaman la atención de cualquiera sin hacer ningún esfuerzo. En otro nivel y más tirando hacia la zona de
las cloacas, están los mandriles femeninos.
Este tipo de personalidad se da en frustrados primates del sexo
contrario al mío, que necesitan superar sus complejos haciendo también el
ridículo, aunque en este caso suele ser sin darse cuenta.
El verdadero mandril femenino, es ese tipo de pseudo mujer
que suele ser de bajita y de tipo machorra, pero que ni mucho menos, este
diagnóstico es lo peor que tiene, pues el feminismo físico viene dado por la
genética de nuestros antepasados y todos conocemos grandes mujeres que parecen
hombres. Me refiero más a la otra vez
frustración de no asimilar las desgracias y tratar de superarlas a través del
intento de dañar a los demás, para así sentirse fuerte. Es decir, el ridículo
total. ¿Machacar a la propia familia?
Existe el Mandril Yo-Yo. Y con este término no me refiero a
un primate que se estire o encoja fácilmente, sino más bien a ese que se pasa
el día en un punto lejano a la humildad y que todo es… yo esto, yo aquello o yo
más allá. Normalmente, no tienen
conocimiento de nada o mejor dicho, su conocimiento se aplica en campos
desconocidos para ellos. Esto lo veo en los nuevos grupos deportivos, donde personas
que lo más redondo que han visto en su vida es un Volvo, se permiten el lujo de
dar lecciones en cuestión de efectos, potencias y bajadas de pared. ¡Te quiero
mucho, Quique!
La hipocresía y la falsa moral, albergan grupos de mandriles
que se pasan las horas juntos sin aguantarse entre ellos. Hace poco me enteré
de que en uno de los novedosos y más queridos grupos de mandriles que conozco,
el mejor amigo del mandril principal, se acuesta con la mandrila de este. ¡Hay
que ser Mandril!
Así progresivamente, podría estar horas hablando del
mandriles, pero creo que todos pensamos que somos perfectos y ninguno estamos
dispuestos a hacer propósito de enmienda. No obstante, creo que uno de los
principales mandriles que conozco, soy yo mismo. Y digo esto convencido de
ello. Hago cosas que no quiero hacer, aguanto a otros mandriles que no se
parecen a los de mi especie y cuando no tengo sexo, no razono y solo pienso en
la masturbación propia de un mandril. Tengo todos los inconfesables vicios que
nos podamos imaginar, cada vez soy peor persona y no creo en Dios. También me avergüenzo
de mi pasado. Es decir… ¡Un mandril como
Dios manda! Derrocamientos de gobiernos, asesinatos de alto nivel y no sé qué
más acaban de decir en una película. ¡Qué casualidad!
Mandriles Acudiendo a la Cena de Navidad |
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