domingo, 17 de diciembre de 2017

El Mandril

Dejando a un lado la socorrida Grecia como lugar de nacimiento de cualquier forma de pensamiento, me gustaría dar valor a tiempos más modernos, en los que nació el verdadero razonamiento sociológico, como conclusión a una muestra de población más o menos importante.

Dentro de lo que podríamos considerar la historia moderna, tendría que ir a los también socorridos libros, para recordar todo lo que he leído sobre Jaldún y la base del conflicto social, aunque me sería más fácil ambientarme en  la Ilustración, donde Vico o Montesquieu se metieron de lleno en el análisis de las instituciones y hasta podría parecer un mediocre catedrático, adentrándome en autores como el mismísimo Comte, padre de la propia definición.

Habiendo terminado esta introducción que no sirve para nada más, que para encuadrar el particular del texto dentro del ámbito social, quiero pasar a exponer el motivo por el que en esta casi desierta época de textos, me he decidido a ceder un poquito de reposo mental, que no físico por prescripción, a plantear una idea sobre la que llevo tiempo turrando.

Los que en algún momento de nuestra vida nos hemos visto inmersos entre libros, sobre los que tratábamos de aprender a clasificar a las buenas gentes que nos rodean y además hemos intentado hacer nuestra propio encaje de bolillos, para conseguir nuestras propias divisiones, podemos recordar  fácilmente  al introvertido o al hostil, al estable y al rebelde, al conservador, al astuto y al ingenuo o al mismísimo esquizotímico. Y así, habría decenas de maneras de agrupar sociológicamente a la población. Pero hoy en día estoy empezando a echar de menos un nuevo y grandísimo grupo, que a su vez sería la caja donde hacer coincidir a muchos personajes de cualquier otro grupo.

El Mandril es un animal que reúne interesantes características y que a lo largo de la historia y según se han ido conociendo, dejó otros géneros para ser uno mismo por sí solo. Pero el verdadero Mandril, ese que yendo siempre en grupo, mete la pata por si solo y tiene el culo pelado, no habita en África Ecuatorial, sino que está aquí entre nosotros.

Hagamos la prueba y pongámonos a pensar en todos y cada uno de los conocidos que nos rodean. Ese enteradillo que siempre lo sabe todo y que cuenta por ridículos, todos los momentos en los que abre la boca. ¿Y la estrella del grupo? Ese zopenco que no sabe hacer bien nada, pero que curiosamente es capaz de triunfar como tuerto en el reino de los ciegos. ¿Son mandriles también los que acuñan el término viral alrededor de dicha estrella?

Lejos de pretender una diferenciación machista, pero centrando por un instante el tema en el mandril femenino, hay que recordar que no cabe la menor duda de que en nuestra sociedad y en cualquier punto del mundo hay verdaderos encantos de mujer. Las hay guapas y con cuerpazos que quitan el sentido, inteligentes y dulces. Mujeres diez, blancas, negras o amarillas que llaman la atención de cualquiera sin hacer ningún esfuerzo.  En otro nivel y más tirando hacia la zona de las cloacas, están los mandriles femeninos.  Este tipo de personalidad se da en frustrados primates del sexo contrario al mío, que necesitan superar sus complejos haciendo también el ridículo, aunque en este caso suele ser sin darse cuenta.

El verdadero mandril femenino, es ese tipo de pseudo mujer que suele ser de bajita y de tipo machorra, pero que ni mucho menos, este diagnóstico es lo peor que tiene, pues el feminismo físico viene dado por la genética de nuestros antepasados y todos conocemos grandes mujeres que parecen hombres.  Me refiero más a la otra vez frustración de no asimilar las desgracias y tratar de superarlas a través del intento de dañar a los demás, para así sentirse fuerte. Es decir, el ridículo total. ¿Machacar a la propia familia?

Existe el Mandril Yo-Yo. Y con este término no me refiero a un primate que se estire o encoja fácilmente, sino más bien a ese que se pasa el día en un punto lejano a la humildad y que todo es… yo esto, yo aquello o yo más allá.  Normalmente, no tienen conocimiento de nada o mejor dicho, su conocimiento se aplica en campos desconocidos para ellos. Esto lo veo en los nuevos grupos deportivos, donde personas que lo más redondo que han visto en su vida es un Volvo, se permiten el lujo de dar lecciones en cuestión de efectos, potencias y bajadas de pared. ¡Te quiero mucho, Quique!
La hipocresía y la falsa moral, albergan grupos de mandriles que se pasan las horas juntos sin aguantarse entre ellos. Hace poco me enteré de que en uno de los novedosos y más queridos grupos de mandriles que conozco, el mejor amigo del mandril principal, se acuesta con la mandrila de este. ¡Hay que ser Mandril!

Así progresivamente, podría estar horas hablando del mandriles, pero creo que todos pensamos que somos perfectos y ninguno estamos dispuestos a hacer propósito de enmienda. No obstante, creo que uno de los principales mandriles que conozco, soy yo mismo. Y digo esto convencido de ello. Hago cosas que no quiero hacer, aguanto a otros mandriles que no se parecen a los de mi especie y cuando no tengo sexo, no razono y solo pienso en la masturbación propia de un mandril. Tengo todos los inconfesables vicios que nos podamos imaginar, cada vez soy peor persona y no creo en Dios. También me avergüenzo de mi pasado.  Es decir… ¡Un mandril como Dios manda! Derrocamientos de gobiernos, asesinatos de alto nivel y no sé qué más acaban de decir en una película. ¡Qué casualidad!

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