Cuando quedan poco más de 24 horas, para cumplir la segunda cuarentena completa de ayuno de este año, me voy a tomar la licencia de celebrarla con un texto, que por razones logísticas, adelanto a la noche de hoy.
En primer lugar quiero dar una vez más las gracias a la mayoría de la gente que me rodea y que también han contribuido ha llegar aquí. ¡Gracias por tratar de entenderme y apoyarme!
En segundo lugar, hay algo que quiero explicar y que es muy importante para mi. ¿Por qué hago un seguimiento prácticamente diario a través de las redes sociales, del proceso de ayuno que estoy llevando? La respuesta es fácil. Necesito hacerlo para motivarme, pues en contra de lo que puede parecer, no soy una persona mentalmente fuerte en relación a lo que significa dejar de comer voluntariamente. ¡Me gusta comer! Creo que contar las cosas y conseguir que la gente que me quiere este pendiente de hasta donde voy a llegar, de que pasará el día siguiente o de como me siento, me hace más fuerte y me genera una deuda que día a día os voy pagando en forma de ayuno.
Mañana llegaré al cuadragésimo y con él se cumplirá la primera parte del reto que en este proceso me propuse y que no era otro, que igualar el máximo anterior. Ha sido duro y sobre todo cansado y aburrido. Esta ha sido una cuarentena diferente a la que hice del 3 de marzo al 13 de abril y sobre todo estos ocho últimos días han sido los más complicados de los tres procesos, incluido el que realicé por un periodo de 28 días, en marzo del año pasado. ¿Por qué?
El pasado sábado 28 de octubre, a la hora en que acababa de cumplirse el trigésimo primer día sin comer, me vi en una situación muy complicada y con un compromiso social, en el que tuve que cenar.
Me encontraba en el Restaurante Solana, en la presentación cántabra del la biografía de Paco. Lo tenía todo planeado y la intención era dar un paseo de dos horas, mientras los madridistas de la Peña de Ampuero cenaban con el protagonista de la noche. Era tarde, hacía frío y la Estrella Michelín conseguida por Ignacio, se encontraba a unos cuantos kilómetros de la localidad. ¡No me podía ir!
Eso y el respeto que merecía la gente que nos acompañaba, me hizo pensar en acabar con todo allí mismo, me mentalice y cené. Eran más de treinta días y podía estar contento conmigo mismo, pero no fue así. A la mañana siguiente me levanté dispuesto a continuar, añadiendo la experiencia que significaba el parón de la noche anterior.
El día 29 pasó sin pena ni gloria y yo me encontraba fuerte, pero ¡Ay de mi! al llegar la misma hora en que había comido el día anterior, todo se vino abajo. Dolor de cabeza, sudoración, nerviosismo y sobre todo mucho dolor de estómago, se convirtieron durante horas en una tortura. Pero eso no era lo peor, ya que descubrí lo que imagino se podría denominar, síndrome de abstinencia. Lo pasé demasiado mal como para seguir, pero todavía no se como, conseguí dormirme y despertarme a la mañana siguiente, otra vez dispuesto a llegar hasta el día de hoy.
¿Acabó ahí todo lo malo? No. Hasta el día de hoy, todas las noches y a la misma hora se ha producido el mismo hecho y aunque con los días se ha ido mitigando la intensidad, hasta ahora y en este mismo momento, lo estoy pasando mal. ¡Muy mal!
El día 27 de octubre, me levanté con un peso de 103 kilos y en estos momentos, despúes de perder 17, me encuentro en 86. La glicemia está en 85 y la presión arterial en 120/80. Hace dos días fui a donar sangre al Hospital de Torrejón de Ardoz y la hemoglobina se encontraba en 165 gramos por litro. Expongo estos datos, porque mi presión en estado normal y sin medicación se sitúa en 170/110 y las últimas tomas que me hice de glicemia en ayunas, estaban cercanas a 130.
Mañana volveré a ser Pitágoras, Galeno, Sócrates, Platón o Hipócrates. 40 días - Proceso anterior
Los he vuelto a emular y aunque pueda parecer una tontería, me gusta pensar en ello. Tengo que decir, que la primera vez que alguien me planteó que dejando de comer conseguiría considerables mejoras en mi mente y mi cuerpo, me lo tomé como algo lejos de mis posibilidades. Es más, estando en el tercer ciclo de esta locura, todavía hay momentos que me pregunto lo mismo que toda la gente normal. ¿Cuándo me voy a desmayar? A los treinta y nueve días, el síncope no termina de llegar.¿Por qué hago esto? El 24 de febrero escribí parte de los motivos que me llevan a estos puntos. Son pocas las personas que me conocen, pero con aquel texto me abrí un poco a los demás y quedó ahí para mi pobre historia. A disposición del lector.
Hay otro motivo por el que hago público todo esto. Confío en la medicina tradicional y soy una persona con una vida, que más por desgracia que por suerte no es la que podríamos considerar más o menos normal. Estoy totalmente seguro, de que la medicina además de la suerte, me ha salvado la vida en más de una ocasión. Pero desde el mismo momento que conseguí por primera vez llegar a los cuatro o cinco días sin comer, se me empezaron a pasar por la cabeza muchas cosas. ¿Qué se puede pensar después de 1000 horas de ayuno total? Cada uno que saque sus conclusiones, porque lo que tendría que escribir aquí, iría en contra de todo lo que nos han contado.
Quiero despedirme, diciendo que voy a seguir sin comer y que no me preocupa el número de días que todavía podré contar. Y también quiero que sepáis que estoy a vuestra disposición, como un ejemplo de que en esta vida no se puede descartar nada y sobre todo y lo que es mucho más importante. El ser humano esta diseñado para poder con todo lo que se proponga. ¡Nunca lo olvidéis!
Hola Juan, creo que si tu ayuno lo hicieras en algún lugar de la naturaleza pura, capaz que no te debilitarías nada. Felicidades y un gran abrazo desde Chile.
ResponderEliminar" El ser humano esta diseñado para poder con todo lo que se proponga". ¿Es la primera verdad?
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