Se alimenta a través de mis actos rellenando perfectos bordes que la acompañan en la mañana y enriqueciéndose, se ensancha hasta el momento en que muere junto a mí alma en un solemne momento que acompaña cada uno de mis días.
Ave Fénix que tras cada ocaso renace para soportar nuevos gestos que me preparan para terminar conmigo mismo. Prudente como obsoleta transparencia que anula mi luz hasta convertirse en un amarillento sueño fúnebre que cada noche llora a mi lado.
Gigante y alargado espejo del alma que en momentos se introduce en mi interior para compartirme en graciosas idas y venidas. Entrelazada, avispada, estática en sus brincos y veloz en sus paradas. Así es ella.
Superpuesto ente sin valor que se añade a mi cuerpo y dibuja la ilusión más veloz de lo que yo mismo la percibo. Estéril, eterna de simpática mirada, corre, vuela, sueña.
Superpuesto ente sin valor que se añade a mi cuerpo y dibuja la ilusión más veloz de lo que yo mismo la percibo. Estéril, eterna de simpática mirada, corre, vuela, sueña.
Comerciante de mil noches de vigilias desesperadas, inverosímil timbre de voz silencioso. Asumo el miedo que me produce tu compañía para que no me abandones. Me devolviste la vida impregnada en tu olor, protegiendo mi alma de un viaje sin retorno para el que ya me había preparado.
No dejaste otro Peter Schlemihl y me recuperaste para continuar el juego. Renegué de ti, te reté y como perdedor obtuve la mejor dádiva que ningún hombre pudo jamás desear. No volveré a defraudarte.
Hoy conozco tu valor.
Gracias por estas lágrimas. Las de ahora mismo.
La maravillosa historia de Peter Schlemihl, es un cuento que avisa del riesgo de hacer pactos con el diablo a cambio de cualquier condición o incluso de nuestra propia vida. Es una realidad, que desprendernos de nuestra propia sombra, podría ser dejar a un lado nuestra propia alma. Lo que hoy es importante, mañana puede dejar de serlo y al revés. Peter Schlemihl, cambió su sombra por un saco de monedas infinitas, un objeto de mágicas cualidades que sin embargo no es capaz de calmar el desasosiego producido por tan magnífica pérdida. Amargura que se ve reflejada de manera excelente en el relato, gracias a Adelbert von Chamisso, poeta alemán del Romanticismo que escribió la obra allá por los primeros tiempos del siglo XIX.
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