No me quiero quedar sin escribir algo rápido de lo que siento serán las consecuencias de un día de elecciones autonómicas, que nos deja varias lecturas. En primer lugar hay que reconocer que después de dos legislaturas y más que una crisis por medio, Feijóo no ha perdido la confianza de los gallegos.
En relación al País Vasco, creo
que como siempre es mejor ni hablar de ello. La cantidad de votantes que avala
a la izquierda abertzale es desde mi punto de vista inconcebible. En este
sentido solo queda decir que me da igual tener por un Gordo por candidato a Lendakari
o que por el contrario nos presenten un trío, el La – La - La, que aun haciendo
valoraciones en castellano, no deja de ser terrorismo puro y duro. El terrorismo
de ETA. El terrorismo de siempre.
Pedro Sánchez ha celebrado la
última cena. Reunido con una docena de fervientes en la cuarta planta de
Ferraz, está decidiendo su futuro. Y lo más curioso del caso es que la
situación le pinta mejor que nunca. Esto es así, porque conociendo de sobra al
doctor en economía, estoy totalmente seguro de que tratará de tomar la Moncloa
de cualquier manera y a cualquier precio.
La tendencia de voto actual le
aleja cada vez más de cualquier resultado que salve los muebles. Adelantado por
Las Mareas gallegas y dejando al Partido Socialista de Galicia a la altura de
los tiempos de Abel Ramón Caballero, no le queda otra que irse a su casa o aun
en precario, correr y formar gobierno.
En principio y a vista de los resultados,
lo que parecería una derrota del centro izquierda, se ha convertido en la
última oportunidad que tiene uno de los más nefastos y egocéntricos políticos
españoles de todos los tiempos de ser Presidente del Gobierno Español, aunque
sea a costa del estado de bienestar de todos y cada uno de los españoles.
Después de la última cena, solo
queda resucitar de entre los muertos y estoy completamente seguro de que
Sánchez, aunque necesite más de tres días, será capaz de terminar de manera
positiva su carrera a la presidencia. Pena.
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