Nos rasgamos las vestiduras por el pequeño incidente que ha salido estos
días a la luz en el que se implica a José Antonio Monago.
Imaginemos que un concejal de un pequeño pueblo de Madrid, cansado y con
hijos, conoce a una apetecible morena colombiana de exuberantes pechos y culo
respingón. La mujer en cuestión es, además, experta en las artes amatorias
y no se atasca a la hora de llegar hasta el final en eso que nos gusta tanto a
los hombres y que consiste en introducir el pene en la boca. Pensemos también
que esta mujer convive con dos gatos en un barrio de las afueras de la
localidad donde el edil realiza sus funciones.
Supongamos que este concejal dispone de un abono mensual de 20 euros que el
consistorio ha puesto a su disposición para facilitar el acceso a la periferia.
Cansado de su fidelidad al anterior matrimonio y su aburrida vida
sexual, casi sin quererlo, este concejal se ve inmerso en una relación que, por
comodidad, le obliga a desplazarse hasta la casa de esta gran amante de origen
colombiano que, prácticamente a diario y a través un número de felaciones
indeterminado, le aporta la felicidad que en forma de eyaculaciones jamás
consiguió la que, con anterioridad, había sido su esposa. Ni que decir tiene
que los hombres nos contamos esas cosas. También, Monago.
Pues ni más ni menos eso es lo que le ha pasado al Presidente de la Junta
de Extremadura. La diferencia entre el ficticio caso que he propuesto y la
realidad de lo vivido por Monago, son la distancia y el coste que supone el
trayecto que se carga a los ciudadanos.
Un abono mensual cuesta 20 euros y nos da la oportunidad de coger un medio
de transporte tantas veces como sea necesario. Un viaje a las Islas Afortunadas
es un poco más caro y por eso y por su edad, no es Monago el único que se
tiraba a la colombiana.
¿Corrupción? ¿Malversación de caudales públicos? No. Bajo ningún concepto
podemos englobar estos actos dentro de ninguno de los delitos que se nos puedan
ocurrir. Monago no ha hecho nada malo. Simplemente ha usado los medios
de los que como representante de los ciudadanos tiene a su disposición para ir
y venir donde le ha dado la real gana,
ya que en ningún sitio pone que tenga que justificar de antemano el porqué de a
donde su agenda le lleva.
Recapacitemos un poco y valoremos con sinceridad dónde está el error.
Quizás tengamos que crear una ley de transparencia que permita controlar el
gasto de nuestros diputados, pero lo que no vamos a impedir nunca es que un
hombre que se precie quiera tirarse a cualquier tía buena que se ponga en su
camino.
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