miércoles, 15 de enero de 2014

Una historia de psicópatas. Iñigo Urkullu



Siempre ha sido costumbre entre los terroristas encarcelados celebrar por todo lo alto las acciones violentas de la banda a la que pertenecen. El ensañamiento posterior, la provocación y la mofa para con las víctimas han figurado como parte de esa parafernalia que degrada al ser humano hasta una sorpresa colectiva imposible de comprender.
Preguntarse por qué cierto tipo de cualquier autodenominado patriota es capaz de matar a su semejante, abriría una puerta a muchas interpretaciones. Cuando pasa mucho tiempo entre los principios de algo que está llegando a su final, -o que al menos está muy avanzado-, y el momento en el que nos encontramos, es muy complicado valorar acertadamente las razones que la evolución de ese proceso nos ha dejado donde nos tiene.
En ocasiones he tratado de encuadrar el terrorismo moderno dentro de un concepto histórico como la consecución de hechos y casualidades que han puesto a cada persona en un lugar diferente. Lugares enfrentados por simple ordenamiento territorial y líderes con mentes enfermas son los dos factores culpables de la mayoría de la sangre que se ha derramado en la tierra desde que el hombre tiene uso de razón.
La guerra santa que el islamismo radical tiene declarada al resto del mundo es una farsa dirigida por algunos de los más enajenados líderes del mundo árabe, apoyados por el interés económico de otros igualmente líderes que podríamos llamar más occidentales. Este tipo de denominaciones son hasta tal punto abstractas e inteligibles en sus principios que hemos cambiado típicos normales por tópicos que englobamos dentro de un entorno coloquial cuando hablamos de ellas y las denominamos terrorismo.
Haciendo un pequeño tratado sobre la definición de asesino, creo que debemos comenzar a entender que un terrorista es el peor de los asesinos porque reúne todas las características que engloban al más marcado de ellos: asesino de masas, actúa con premeditación y ensañamiento, matando a sangre fría. Y Siempre cobrando por ello. Ni la guerra santa ni el nacionalismo en el mayor paraíso mundial son motivos que justifiquen la enajenación de ningún psicópata. El psicópata lo es o se hace y, a partir de ahí, la sociedad solo debe enfrentarse a él con las armas de las que dispone.
¿Cuál es la diferencia entre el colectivo Artapalo y Manson? Carentes de empatía y con una mente incapaz de tramitar placer, asesinan sin remordimiento ninguno y viven bajo un desorden mental que les evita por el contrario el sufrimiento.
Un texto desordenado que trata en su conjunto de centrar una idea, una pregunta, una reflexión que no espera respuesta. ¿Apoyaría Iñigo Urkullu los asesinatos atribuibles a Jefrey Dahmer o de Ted Bundy? Públicamente no lo haría. Entonces, ¿por qué apoya a los psicópatas de los que se nutre una banda terrorista?
Es momento de que la grandeza del pueblo vasco ponga a cada cual en su sitio y pienso que la reconquista moral que en este momento requiere la historia de España podría perfectamente empezar de arriba hacia abajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario