Siempre ha sido costumbre entre
los terroristas encarcelados celebrar por todo lo alto las acciones violentas de
la banda a la que pertenecen. El ensañamiento posterior, la provocación y la
mofa para con las víctimas han figurado como parte de esa parafernalia que
degrada al ser humano hasta una sorpresa colectiva imposible de comprender.
Preguntarse por qué cierto tipo
de cualquier autodenominado patriota es capaz de matar a su semejante, abriría
una puerta a muchas interpretaciones. Cuando pasa mucho tiempo entre los
principios de algo que está llegando a su final, -o que al menos está muy
avanzado-, y el momento en el que nos encontramos, es muy complicado valorar
acertadamente las razones que la evolución de ese proceso nos ha dejado donde
nos tiene.
En ocasiones he tratado de
encuadrar el terrorismo moderno dentro de un concepto histórico como la
consecución de hechos y casualidades que han puesto a cada persona en un lugar
diferente. Lugares enfrentados por simple ordenamiento territorial y líderes
con mentes enfermas son los dos factores culpables de la mayoría de la sangre
que se ha derramado en la tierra desde que el hombre tiene uso de razón.
La guerra santa que el islamismo
radical tiene declarada al resto del mundo es una farsa dirigida por algunos de
los más enajenados líderes del mundo árabe, apoyados por el interés económico
de otros igualmente líderes que podríamos llamar más occidentales. Este tipo de
denominaciones son hasta tal punto abstractas e inteligibles en sus principios
que hemos cambiado típicos normales por tópicos que englobamos dentro de un
entorno coloquial cuando hablamos de ellas y las denominamos terrorismo.
Haciendo un pequeño tratado sobre
la definición de asesino, creo que debemos comenzar a entender que un
terrorista es el peor de los asesinos porque reúne todas las características que
engloban al más marcado de ellos: asesino de masas, actúa con premeditación y
ensañamiento, matando a sangre fría. Y Siempre cobrando por ello. Ni la guerra
santa ni el nacionalismo en el mayor paraíso mundial son motivos que
justifiquen la enajenación de ningún psicópata. El psicópata lo es o se hace y,
a partir de ahí, la sociedad solo debe enfrentarse a él con las armas de las
que dispone.
¿Cuál es la diferencia entre el
colectivo Artapalo y Manson? Carentes de empatía y con una mente incapaz de tramitar
placer, asesinan sin remordimiento ninguno y viven bajo un desorden mental que
les evita por el contrario el sufrimiento.
Un texto desordenado que trata en
su conjunto de centrar una idea, una pregunta, una reflexión que no espera
respuesta. ¿Apoyaría Iñigo Urkullu los asesinatos atribuibles a Jefrey Dahmer o
de Ted Bundy? Públicamente no lo haría. Entonces, ¿por qué apoya a los
psicópatas de los que se nutre una banda terrorista?
Es momento de que la grandeza del
pueblo vasco ponga a cada cual en su sitio y pienso que la reconquista moral
que en este momento requiere la historia de España podría perfectamente empezar
de arriba hacia abajo.
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