No comulgo con la generalidad de la clase política
actual. No, no y de ninguna de las maneras. Ponerse delante del plasma para ver
unas noticias no es muy diferente a los momentos que vivía cuando, junto a mis
hijos sentados alrededor de una caja de muñecos, organizábamos batallas de
todo tipo entre unos y otros sin importarnos la especie, la raza o el tipo de
bicho que enfrentábamos a los héroes o villanos de turno.
La pantomima política actual no ha quedado ahí, sino
que se ha convertido en una parodia comparable al show del Chavo del
8.
Ver a María Dolores de Cospedal, actual secretaría
general del Partido Popular confundir presentes, pasados y futuros diferidos
pero en tiempos simulados, escuchar como Luis Bárcenas hace cola en la oficina
del INEM o pensar en Tomás Gómez Franco, como el nuevo Golden boy madrileño,
capaz de vender como nadie esa forma degenerada de democracia que es la demagogia,
me produce vergüenza ajena. En estos momentos he superado las nauseas.
No muy atrás queda un sector del periodismo, sobre todo, televisivo. Indigentes mediáticos que viven de la zozobra que generan los
cruces de información y que en muchos casos y sin tener ni la más pajolera idea
de nada, se permiten opinar a favor de quien más temporalmente les paga, con la
misma credibilidad que tenían los saltos que aquellos muñecos daban sobre el
dinosaurio que se movía por la potencia de dos pilas de petaca.
A eso hay que unir a los cómicos de turno. Beppo
Grillo, Silvio Berlusconi y nuestro Tony Cantó entre otros. ¿Cómo es posible
que la sociedad permita tanta mediocridad? ¿Cómo es posible que dejemos se rían
de nosotros y de nuestros padres e hijos? ¿Cómo es posible haber llegado a
tener este nivel de “calaña” entre quienes nos representan?
Desde aquí mando mi reconocimiento a esos
políticos de ambos bandos y periodistas que lloran de rabia cada día viendo lo
que tienen al lado. Y que con vocación y profesionalidad, por encima de sus
ideas, y enfrentándose a gobierno y oposición hacen su trabajo, miran por el
empleo y los problemas sociales o cuentan, según el caso, la información tal y
como es, demostrando, como se dice normalmente y de forma literal, dos
cojones.
¡Va por vosotros!
Oleeeee! Y esooooo!
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