Un día como hoy de hace treinta años, el 26 de octubre de 1981, murió mi abuelo José.
La imagen de mi abuelo no fue el primer recuerdo cuando me levanté por la mañana y si no fuera porque hoy he visitado la sala tres del tanatorio en dos ocasiones y sin repetir muerto, no me lo hubieran recordado.
Cualquiera puede pensar que es algo lógico. Cuando este hombre falleció, terminaba de pasar el primer verano después de terminar octavo y lo recuerdo por unas determinadas experiencias que viví. Ha pasado tiempo.
Mi abuelo.
Me viene a la cabeza y veo una persona mayor que muchos años antes de morir me descubrió los caramelos Saci. Un hombre que nunca tuvo una palabra mala para nadie y que yo todavía no había descubierto. Educado y con un semblante serio en el que destacaban sus profundos ojos de un azul envejecido que contaban cosas que todavía yo no era capaz de entender. Era su voz pausada y de tono suave. Después y con los años entendí que ya entonces la vida le había convertido en una persona paciente.
Libros.
Una habitación llena de libros de la Guerra Civil adornaba la casa de los padres de mi madre. República, Franco, 1936, comunismo y palabras que en aquellos años convivían en mi entorno me empezaban a meter a marchas forzadas la ideología de izquierdas en la cabeza.
No recuerdo llorar cuando enterraron a mi abuelo en el antiguo cementerio de Torrejón de Ardoz, pero si recuerdo emocionarme con la historia su vida.
Una vez llegue a una clase y el docente pasó lista. Al llegar a mi segundo apellido, me preguntó si yo tenía que ver algo con un antiguo amigo suyo. Después de la respuesta afirmativa, este profesor me dijo que lo tenía todo hecho y que no hacía falta ni que fuera a clase.
Más tarde otro profesor de ideología distinta me dijo que saliera de su clase y que estaba aprobado por curso, pero que no quería volver a verme. Negocié y no volví.
¿Por qué mi segundo apellido era famoso? Matemáticas y Lengua con sendos sobresalientes.
José Alcalde nació en Dos Torres, un pueblo de Córdoba a cincuenta kilómetros de Pozoblanco. Trabajó en la mina durante años, lo que justificó una silicosis que posteriormente le mató. Tuvo cinco hijos y aun así le dio tiempo a cumplir condena en la cárcel como preso político. Sin entrar en detalles, hay datos que le sitúan en el arroyo San José y en el Soto de Aldovea, Paracuellos y Torrejón de Ardoz respectivamente en los meses de noviembre y diciembre de 1936. Héroe para muchos y villano para otros, de cualquier manera y si eso fue así, ya queda en la historia. Su encarcelamiento dejó poemas, cartas e ironías, además de sentencias, traslados y escritos oficiales que al menos demuestran que existió.
Una frase que me dijo o que al menos soñé una vez, siempre me ha hecho entender el sentido del aleteo de las mariposas en cualquier rincón del mundo y de como un hecho puede cambiar el futuro.
" Si hubiéramos ganado la guerra, nosotros no viviríamos en el Pardo ni tendríamos Mercedes"
Gracias a esa frase, siempre he sabido que elegir el sentido contrario en una calle, el hacer una llamada de teléfono en un determinado momento, el abrir la puerta equivocada o tardar diez segundos antes en una decisión, cambia el futuro de cada persona a cada instante y te puede dar la felicidad o hacerte la persona mas desgraciada de este mundo.
Más de cien mil millones de personas han muerto a lo largo de la historia. Pensemos por un momento en todos sus sentimientos. El frío y el calor que pasaron, cada lágrima, cada paso de cada una de ellas, cada dolor y cada tono de su voz, sus miradas, su tiempo perdido y las emociones que sintieron. De todas y de cada una su nacimiento y su muerte. Una locura.
¡ Que poco valemos y que insignificantes somos !
No hay comentarios:
Publicar un comentario