Estoy en un mal momento de mi vida, quizás el peor.

No por una razón o por dos, sino que se juntan varias y eso te hace pensar.

En momentos de hambre se agudiza el ingenio y es una verdad como un templo que hoy en este nuestro querido occidente, en la vieja europa donde tan bien vivimos, podemos aplicar ese "cantar" a las pequeñas cosas que nos suceden.

El amor. Directamente voy a soltar cuatro idioteces sobre ese nombre común, másculino y singular, abstracto y especial.

Qué bonito, cuando decimos: He encontrado al amor de mi vida. Pero si en vez de nacer en Madrid, lo hacemos en Idaho, Barranquilla o Nassau, también encontraríamos ese amor.

¿Qué quiere decir eso? Fácil. O bien, que dios (con minúsculas) existe. O bién que somos todos una panda de subnormales profundos. Me inclino por lo segundo.

Solo hay un verdadero amor.

El amor por nuestros hijos.

A mediados del siglo pasado, yo sigo en el 20 se desarrollo el concepto de "amor confluente", que bajo una definición muy cohíbida, decide que nos juntamos para tener un sexo seguro y que mientras eso sí, nos dejen en paz, es decir: A nuestra puta bola.

Iba a contar algo mas pero me acabo de beber la cuarta "Legado de no se que", así que voy a incordiar un poco a mi filósofo de cámara, que es el único que me enseña algo.

La cosa no va bien y yo me sigo riendo.

Y volvemos a lo mismo: ¿Eso que quiere decir ? Fácil otra vez. Qué como decía Bernardo en "CalleParra" estoy cuerdo, porque la escrita contaba una verdad:

Los locos son los de fuera, porque nadie está contento.

La vida es tan embustera y da tantos sufrimientos,

que el hombre ya considera como un horrible tormento,

no estar loco de verdad.

Ciao.