Fuente: www.hosteltur.com |
No escribo todos los días y a
veces no llego a tirar un artículo ni de manera semanal. Esto es así, porque
soy tan exageradamente imbécil que no se me ocurre nada que contar, como algo
que aunque sea rematadamente malo y no le importe a nadie, ofrezca el
calificativo de ser al menos diferente a lo que nos podemos encontrar en cualquier
medio de comunicación, escrito por cualquier chaval de estos que programa a
destajo.
Pero hoy vuelve a ser un día
especial e idóneo para escribir unos cuantos párrafos de crítica sobre la
noticia que ayer inundaba los medios y que como carátula de presentación podría
decir algo así: Tarjetas sin control de
la Comunidad de Madrid para gastar 15 millones de dinero público.
Nací en Torrejón de Ardoz hace
unas cuantas décadas y lo cierto es que hasta esta última que ahora he
terminado de cumplir, no me he preocupado de la política local y me importaba
un bledo lo que pasará en la ciudad donde vivo. No confiaba ni dependía del político,
porque de alguna manera me presuponía en un estrato muy superior y vivía
apartado de ese vulgo del que hoy me considero parte.
Después de esta
introducción que aunque parezca que no, ayuda, tengo que decir que siempre me
sorprendió un suceso ocurrido en el año 2007, cuando el Partido Popular
sustituye en el ayuntamiento donde pago las multas a los socialistas y se
encuentra con un montón de dinero sin gastar, indicativo de negligencia en la
gestión. ¿Por qué digo negligencia? Es muy fácil de entender, que lo que cualquier
conjunto social necesita es gasto genérico repercutido en mejoras visibles. Por
tanto, ¿es criticable el endeudamiento de un organismo que repercute el gasto
en responsabilidades? Dentro de la supervisión autorizada para controlar las
partidas presupuestarias, la respuesta es no.
Jesucristo se subía en un gran
canto y desde una pequeña altura como esa, era capaz de sin incentivos,
conseguir el seguimiento deseado. La mayoría de los políticos de los que
dependemos, no son capaces de hacer eso y además, no es su labor ya que deben
de hacerlo mediante mejoras sociales y de infraestructuras que mejoren la vida
de los demás.
Imaginemos que alguien con el
poder suficiente, dispone realizar un exhaustivo control del gasto destinado a
la defensa de nuestras fronteras en materia antiterrorista. Es decir, que nos
cortan el suministro económico destinado a evitar atentados en el territorio
nacional, con el único fin de mostrar al dichoso vulgo, lo buenos gestores que
somos. En poco menos de una cuarentena, llega la escisión de cualquier grupo
extremista catalogado como de bajo riesgo y nos coloca dos o tres mil muertos
en una sucesiva cadena de atentados producidos desde el Cabo de Gata, al de
Finisterre.
¿Qué pensaríamos? A mí solo me vendría a la cabeza, la cantidad de
dolor que posteriormente iban a infringir los psicólogos a familiares y
supervivientes. ¿Se nota el cariño que predispongo hacia los psicólogos?
Según la noticia a la que arriba
hacía referencia, han sido quince millones de euros repartidos en más de
trescientas tarjetas y durante siete u ocho años, el gasto que un descafeinado
Tribunal de Cuentas indica se ha producido a través de tarjetas de crédito en
la Comunidad de Madrid.
Como cuervos de la más baja casta
del mundo de la información, algunos plumillas de medio pelo se han vuelto
locos a contar semejante barbaridad. ¿Semejante barbaridad? No he visto en
ninguno de los artículos que atacan a la clase política protagonista de este
gasto en general, una simple cuenta matemática que especifique el gasto por día
de cada tarjeta. Yo de cabeza, soy capaz de conseguir un número de euros,
quince, que serían los producidos por una de esas tarjetas al día durante ese
periodo de tiempo.
¿Qué vale quince euros? Se me
ocurren varias cosas. El maravilloso y más barato menú de diario en El Viejo
Chamartín, restaurante aledaño al Ministerio de Defensa, la cuarta parte de un
trayecto en taxi, desde La Casa al Club Deportivo Parque de Cataluña, quince
botellas de agua de a euro, seis 1906, unas lupas de farmacia con factor uno de
aumento con su funda y todo o un cuarto de oveja merina con cuatro meses de
vida. ¿Demagogia?
No nos vendría mal leer a Ortega en
su faceta de liberal conservador, no como el verdadero influencer del denominado fascismo español, sino como pedagogía y
aprendizaje del funcionamiento del vulgo, protagonista único de este texto. Repito
que solo Dios siempre y en ocasiones yo, somos capaces de convencer sin
necesidad de gasto. Los demás, incluidos los estamentos oficiales, no necesitan
economizar*. -*Obsérvese que la palabra
economizar salvo error del editor, está escrita en cursiva.
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