Todos los medios se hacen eco de la decisión con la que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, ha tumbado al Gobierno. ¡Un espectáculo!
Un espectáculo, porque independientemente del porqué de esta
resolución y más allá de la vinculación de cualquier artículo a esta o aquella
ley en la que se hayan basado, no he visto ninguna reflexión sobre el verdadero
significado, ni comentarios sobre la repercusión que tendría que tener la
mencionada decisión en la triste, melancólica y sobre todo, subyugada o sometida
sociedad, llámenla como ustedes quieren.
¿Qué hace el gobierno? No debería de sorprendernos las
declaraciones del Vicepresidente Segundo, atención al título, en las que, una
vez acusado de tres delitos con agravante de género, responde incriminando a la
Audiencia Nacional y a García Castellón en un delito de prevaricación. Pero mucho
me sorprende que la Administración Central de una nación como la nuestra,
España, no conozca la diferencia entre una decisión jurídicamente respaldada y una
anticonstitucional.
Encerrar a la población sin base jurídica debería de ser tipificado
como delito y debería de tener consecuencias penales. Pero yendo un poco más
allá y valorando que un gobierno por el hecho de serlo tiene las herramientas
para hacer lo que quiera con el ciudadano sometido, me pregunto si más que un hecho
delictivo, podríamos estar hablando de una negligencia debido al
desconocimiento que en cuestiónes jurídicas alberga el conjunto de ministros que
nos gobierna.
Ayer no podíamos salir de nuestra localidad, hoy nos iban a
poner multas por hacerlo y en diez minutos nada es válido y todo ha quedado en
nada. ¡Un espectáculo!
2020 podría haber sido el peor año en mucho tiempo, pero ha
sido todavía más malo. La totalidad de la comunidad científica internacional
compara a Sánchez y los suyos con los payasos que forman parte de cualquier
circo de zíngaros, de esos itinerantes. Tildan de espectáculo, la clase, la
moral, el saber hacer y sobre todo la responsabilidad que han demostrado en un
proceso que ha llevado a nuestro país a ser el hazmerreír mundial, siendo estadísticamente
el peor en datos de coronavirus. Más contagios, más muertos y sobre todo,
esperando que se me entienda, más tontos.
Enero, febrero, marzo abril, mayo, junio, julio, agosto,
septiembre y octubre. Diez meses, trescientos días y muchas horas perdidas, en
las que el peor gobierno en uno de los mejores momentos para la proetarra e
independentista izquierda radical que atenta permanentemente contra la corona,
el estado de derecho y la democracia, no han tenido tiempo de hacer una
modificación jurídica que ampare las decisiones con las que pretenden privar de
los derechos fundamentales a los ciudadanos. ¡Hay que ser tonto!
Piensen ustedes en esto que les estoy contando. Hagan sus
reflexiones y sean de izquierdas o de derechas, valoren y pongan nota a este gobierno
o al menos a este tipo de decisiones. Pero piensen en esos que se han quedado
en el camino y que podrían seguir entre nosotros. Se puede luchar contra
cualquier cosa, la historia lo ha demostrado. Lo que es imposible y también ha
quedado demostrado, es que no se puede luchar contra los tontos. Lo que si se
puede es quedarse boquiabiertos ante el espectáculo que nos ofrecen. Mi más
sentido pésame para todos aquellos que han perdido a sus seres queridos, pero
esto no ha hecho nada más que empezar. ¡Un espectáculo!
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