El oso polar ha evolucionado para mantener la mayor temperatura
posible dentro de su cuerpo y por lo tanto, nunca podría sobrevivir en mitad
del desierto. Menor todavía sería el tiempo que aguantaría con vida una palmera
en la cima del Monte Everest. Solo el hombre a través de la meditación puede
encontrar un sistema de adaptación capaz de cambiar la percepción de las cosas o
conseguir vivir en cualquier medio, por extremo que sea. El mismo extremo en el
que todo ser humano es responsable de su propia enfermedad, a la vez que tiene
la capacidad de curarse por sí mismo.
Hace muchos años que dejé de leer aquella infinidad de
cuentos e historias que tenía en su interior un libro que siempre estaba cerca
de mí y al que recurría en muchos momentos. En uno de sus capítulos, se contaba
la historia de un asesino que amparado por la ley de la administración para la
que como mercenario trabajaba, iba erradicando a cualquiera que un comité de
sabios que él mismo encabezaba, se encargaba de sentenciar.
Pocos meses antes de cerrarse para siempre ese programa de
exterminio y con el país plagado de tumbas, el protagonista de esta historia
solo pensaba en que sus víctimas habían sido niños alguna vez y que incluso
hubo un día muy anterior a los momentos en que sus acciones les habían
convertido en enemigos de la sociedad, que habrían sido simples recién nacidos.
Ni corto ni perezoso, este sicario por cuenta de un Estado cualquiera, se
empeñó en conseguir alguna de las primeras fotos de los que el denominaba sus
muertos.
Por supuesto que ese fue el momento en el que se empezó a
plantear dudas sobre si seguir destinando fondos a un proyecto que nunca tuvo
nombre ni formó parte de ningún archivo, ya que solo se encontraba en la cabeza
del mejor ejecutor que nunca hubiera tenido aquel país imaginario.
Comparar la foto de recién nacido de alguien que había sido
asesinado por él con la suya propia, le había hecho entender que aunque todos
no nacemos en el mismo sitio, la influencia del entorno, la educación y el
simple hecho de ir a cualquier lugar por una calle o tomar otro sentido aunque en
ese momento pareciera intrascendente, siempre nos cambia el resto de nuestra
vida. El cuento acababa con una frase que venía a decir algo así, como que
todas nuestras desgracias siempre entran por una puerta que abrimos nosotros
mismos, hasta un punto en el que nos podemos sentir como un oso polar en el desierto.
¡Un comité de sabios que él mismo encabeza decide a quien hay que eliminar y lo hace también él mismo! eso suena a yo me lo guiso y yo me lo como y hago de mi capa un sayo.
ResponderEliminarSeguramente es una historia que se basa en una mentira. ¡Esas cosas no existen nada más que en las películas!
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