Hace pocas horas que los federales brasileños han detenido a
Temer. Los que conocemos a fondo el caso “Lava Jato” sabemos que implica esta
detención y el porqué de haberse hecho en este momento. Es curioso que uno de
los actuales enemigos de Dilma y por extensión de Lula, se vea implicado en el
mismo caso que investiga la red de cobro de sobornos a cambio de adjudicaciones
ilegales de contratos públicos.
La orden de detención de Temer, que el juez Marcelo Bretas
deja mucho que desear y sobre todo más que pensar. Pero lejos de entrar en el
tema jurídico y en los motivos que ha tenido este conocido juez de Rio, para
intentar procesar a Michel Temer, el motivo de mi texto solo es el de comparar
un hecho como este, con cualquiera de las situaciones que se dan a mi
alrededor.
Temer culminó su carrera política en 2016, año en el que consiguió
dormir en La Alvorada. Pero ese no fue ni mucho menos el cargo más importante
que ocupó hasta hoy, ya que su llegada al poder en el verano de ese año, venía
dada por los favores que durante años había hecho al gobierno estadounidense a
través de la información proporcionada a través de los servicios secretos que
operaban en Brasil.
Si un caballero como Michel, que puedo dar fe de que lo es,
apoyado y defendido por el gobierno americano hasta el mismísimo día de ayer,
con un seguro de vida de esos que solo existen y entienden a través de alguna serie
del Netflix, no ha tenido la posibilidad de defenderse de la justicia
brasileña, como es posible que haya tontos en este mundo, que pretenden enfrentarse
al rodillo que representa cualquier grupo de poder.
Hace muchos años, alguien me dijo que por mucho poder que
algún día llegara a tener, pensara más en mis enemigos y siempre tuviera en
cuenta que hay personas a las que no se puede pisar. Una equivocación de ese
tipo en cierto tipo de entornos, podría ser suficiente para que alguien
destinara su vida a hacerme la mía totalmente imposible. ¡Lo entendí!
Desde aquel momento siempre he sido educado y me he
comportado en mis relaciones con la gente lo mejor que he podido. En las laborales,
en las amistosas, en las que me importan y en las que no. ¡Siempre! Pero también
aprendí a ponerme en el otro lado y soy capaz de dedicar parte de mi vida a
conseguir que alguien se acuerde de mi todos y cada uno de los días de la suya.
¡Es muy triste, pero no soy una buena persona¡ Y como a mucha otra gente, a mí
y a los míos no se nos puede pisar. No
tengo ni la menor idea del porqué me ha venido este pensamiento a la cabeza.
¿Quizás la detención de mi amigo Temer? Realmente no lo sé ni yo.
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