Cada día me cuesta más escribir. De hace un tiempo para acá,
pensaba que me estaba haciendo vago, pero en este momento no tengo duda ninguna
que no es así, ya que creo que soy vago por naturaleza y me aburre
prácticamente todo. Pero no podía dejar
pasar la ocasión de volver a criticar a la absurda sociedad que me rodea y
sobre todo a esta cantidad de ineptos por los que nos dejamos guiar a través de
mil programas de televisión, en los que cuando me pongo a contar imbecilidades,
me salen unas cuentas de una por cada palabra que dicen.
Fue durante la jornada de ayer, previa a la sentencia que
previsiblemente y si no surgía ningún imprevisto, se haría pública esta mañana,
cuando hablando del tema con mi mujer, de la que espero no aburrirme también,
la dije que bajo ningún concepto podría esperar una condena superior a 10 años
de prisión. También la confesé, que si esa decisión estuviera en mis manos, no
me temblaría el pulso a la hora de firmar una condena a muerte para José Ángel
Prenda, Jesús Cabezuelo, Jesús Escudero, Ángel Boza y Antonio Manuel Guerrero,
guardia civil este último, que actualmente comparte sus días, con el
prepotente, soberbio y peligroso Cabezuelo, en la prisión militar de
Alcala-Meco, donde estoy seguro que algunos conocidos míos los estarán tratando
como se merecen y seguramente no le darán ningún pastel de los muchos que a
diario entran en ese centro penitenciario.
Aprovecho la ocasión para mandar un abrazo a los que considero mis
compañeros de Instituciones Penitenciarias, en especial a José Carlos, a los
que animo a seguir en esa lucha por la que al final, también conseguirán esa
equiparación de emolumentos que merecen hace mucho tiempo.
Esta mañana y después de conocer que como no podía ser de
otra manera, estos violadores han sido condenados a solo nueve años de prisión,
la muchedumbre, los políticos y todas las asociaciones feministas han salido a
la calle y han rellenado los huecos que hoy tocaban en las redes sociales con
sus quejas. Las televisiones se han llenado de expertos juristas que no han
abierto un libro de derecho en su vida y así con esas, ya tenemos otro lio
preparado.
Haciendo un esfuerzo, ya que estoy a tres segundos de tirar
el portátil por la ventana y seguir escuchando a Bach mientras no puedo mover
el tobillo, quiero plantear una serie de cuestiones que pueden servir de
entretenimiento a modo de sopa de letras, para que las manadas de entendidos,
aclaren sus ideas. Como siempre he dicho, todo está en los libros, aunque haya
que recurrir al que guarda entre sus páginas, El Código Penal.
¿Por qué Sarasate pide 22 años de prisión para cada uno de
los componentes de La Manada, superando así la pena máxima que el código penal
contempla para una violación con todos los agravantes? ¿Por qué las que
podríamos determinar como acusaciones particulares, todavía elevan más esa
petición máxima? ¿Por qué González, un experimentado e inteligente jurista ha
abogado por la absolución de los cinco violadores?
En un Estado de Derecho, existe un código penal sobre el que a raíz
de pruebas o simplemente indicios, se deducen las condenas interpuestas a los
reos. Por supuesto que a muchos no nos gusta que esto sea así y estaríamos encantados del
endurecimiento del mismo para ciertos tipos de delito. Pero es muy lamentable,
que ante una sentencia condenatoria por un delito de abuso sexual, nos
rasguemos las vestiduras, cuando nueve de cada diez individuos, no sabría decir
cuál es la diferencia entre este y el de agresión. Entre otras cosas, porque
son muchas las veces que medir la diferencia entre uno y otro, es tan
complicado como encontrar una paja en un pajar.
Vuelvo al Aria para la cuerda de Sol. Tardaré muchos días en
volver a escribir.
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