Así de entrada y a primera vista, cualquier persona puede ser padre, marido, hijo, hermano y sobrino. Europeo, español, blanco, negro, amarillo, azul o todo lo contrario. De derechas, de centro o radical de izquierdas. Rico o pobre de solemnidad. Alto y gordo o al revés. Y muchas cosas a la vez.
Pero en definitiva y ante la pregunta ¿Y tu qué eres? Todos y cada uno de los preguntados, encuestados o cuestionados, va a respondernos siempre explicándonos su oficio. Es decir, a lo que se dedica profesionalmente. Lo que quizás no sea ni mucho menos lo más importante de nadie.
Existimos y pensamos. Por tanto las personas y aunque sea desde el filosófico, pobre y arcaico término ente estamos formadas por un conjunto de características que dicen lo que somos, de donde venimos y a donde pretendemos ir.
La evolución cedió instinto a cambio de inteligencia y nos hizo ser los animales más longevos, que por regla general campean por el planeta Nos reproducimos a capricho y por tener algo que ver con ello, hemos sabido industrializar el placer que somos capaces de sentir. La Moral o la Piedad, fuera de lo instintivo, son particularidades solo nuestras. Formamos parte de una población, de la que podemos diferenciarnos por el culto a nuestros dioses, la forma de entender el arte, por nuestro lenguaje o incluso por el idioma.
Después de todo esto, seguiremos haciendo la pregunta ¿Y tu qué eres? para que otra vez, todos y cada uno de los preguntados, encuestados o cuestionados, nos responda con un mecánico, comercial, piloto, chófer, político, terrorista, periodista, autónomo o jubilado.
Esto demuestra que el ser humano es predecible y la mayoría de las veces se centra en lo menos importante. ¿Qué más da saber a lo que se dedica la persona que tenemos al lado? Siempre será más importante, conocer cualquier característica que nos haga saber lo bueno o malos que somos, algo sobre nuestros principios o incluso nuestro grado de psicopatía. Lo que sea, que nos permita valorar, querer, ayudar, pedir y dar, hasta el punto de saber con quien nos movemos, que podemos esperar o hasta donde podemos llegar.
Pues exactamente eso. Somos totalmente predecibles hasta un punto tan exagerado, que ante la pregunta ¿Y tu qué eres? me apostaría la vida de mi vecino a que nadie contestaría con un Gilipollas, sabiendo que tres de cada cuatro habitantes de este planeta están más cerca de ser eso, que camarero, albañil, cirujano, prostituta, ladrón, empresario o Papa.
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