Centro Penitenciario Madrid VII Estremera |
Escribir estos días es bastante absurdo,
pues lo que toca es hacerlo sobre el conflicto que cuatro chalados
independentistas han organizado en Cataluña. Todo lo que se pueda opinar, ya
está opinado y se corre el riesgo de ser pesado y repetitivo, así que como
tengo que escribir hoy, antes de que acabe el día, he decidido hacerlo sobre el
conflicto que cuatro chalados
independentistas han organizado en Cataluña. ¿Por qué voy a ser el menos ridículo de
todos?
Cárcel para Oriol Junqueras y
ocho ex consejeros catalanes por rebelión. Esta esperada y lógica noticia tiene algún
matiz que es importante volver a recordar. La Rebelión es el peor delito que se
puede cometer, cuando hablamos de la rama de los delitos que a solo cuatro
imbéciles, se les puede ocurrir cometer.
Lo anecdótico de esta historia es
que el principal responsable de este hecho, que por tanto coincide con el que
tenía que haber sido primero en ser condenado a prisión incondicional sin fianza, se encuentra en un país de su
elección, que por si no lo sabe, es el peor que podía haber elegido para
esconderse. Y esta decisión, ha contribuido a que la jueza de turno haya
valorado más si cabe, esa posibilidad que tenía de encarcelar a los teóricos
lugartenientes de ese responsable, que no es otro que Puigdemont.
Ingresar en prisión es un hecho
excepcional, que dicta un juez con el fin de proteger a la sociedad de un
elemento en cuestión. También se hace como castigo a un acto que esta fuera de
la norma. Pero lo más curioso de todo, es el cambio que de mentalidad tan brusco
que el reo en cuestión tiene que hacer, para poder seguir viviendo al día
siguiente. Privar a una persona de su cotidiana libertad, no es moco de pavo.
Imaginemos a Oriol Junqueras o a
cualquiera de los Turull, Borràs, Forn, Romeva, etc. y pongámonos en su lugar
por unos instantes. Lo primero que pensaríamos es que esto es un mal trago
político y que todo pasará en un par de días, cuando alguien entre en razón. Lo
segundo, será acordarnos del día en que su Presidente y amigo Puigdemont, no
leyó el discurso que tenía escrito, para dejar la independencia a un lado a
través de la posibilidad que PP y PSOE le habilitaron para convocar elecciones
anticipadas. Y así sucesivamente, revivirán
una y otra vez los hechos ocurridos en estos últimos meses, maldiciendo hasta
la saciedad el momento en que se dedicaron a la política independentista.
Pasados los primeros días,
empezarán a darse cuenta de que esto no es un juego y que en la democracia que
ellos imaginaban, no vale todo.
Han tenido suerte, pues han sido
repartidos entre los centros penitenciarios de Estremera y Meco. Hay que saber
que no es lo mismo Soto del Real que Estremera, ni Albolote o Texeiro que Meco.
Esta cuestión es muy importante, pues en mi opinión no volverán a ver la luz en
unos cuantos años y llegado el momento, si no son trasladados a otro lugar,
valorarán que la lotería existe y puede tocar.
En relación a las elecciones
anticipadas, tengo que decir que después de pensar en la premura de la fecha y
tras hacer una valoración negativa de la misma, he cambiado de opinión y creo
que es indiferente que unas elecciones en Cataluña se realicen ahora o en dos
años.
Es posible que el movimiento
independiente vuelva a salir en mayoría de unos comicios. Eso ya lo teníamos y
no ha pasado nada más que al que se ha saltado la ley, se le ha metido en la cárcel.
Imaginemos que un partido
político gobierna con una mayoría abrumadora sobre todo lo demás. Y ese
gobierno, en un acto de locura, vota en conjunto y decide que hay que matar a
todas las personas que no cumplan unos parámetros estéticos de belleza, que
pasan por llevar un flequillo a lo Clara Campoamor en las señoras y una coleta
a lo Pablo Iglesias en los caballeros. Es decir, que habría que asesinar por
ley a prácticamente toda la población. Y aunque parezca lo contrario, esto
sería una decisión democrática y legal.
A los cinco minutos, todo el
gobierno en mayoría estaría en la cárcel.
Por tanto, lo más importante de
todos estos días, es pensar que la Democracia y el Estado de Derecho no albergan
en su seno cualquier tipo de proceso que no esté sometido a la lógica.
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