Hace ahora exactamente un año, realicé un proceso de limpieza de mi organismo, basado en un principio muy básico. Se trataba de no comer absolutamente nada durante un espacio de tiempo importante. En aquel momento aguanté veintiocho días, que una vez transcurridos, me dieron a entender que lo que llevaba tiempo estudiando y que tanto me habían recomendado, era cierto y daba sus frutos.
Ni que decir tiene, que en lo que respecta a la bajada de peso y simplemente por el hecho de no comer, los cambios son espectaculares. Empecé el proceso en 104 kilos, y al terminar, la báscula me decía que solamente pesaba 87.
Pero, ¿fue ese el verdadero motivo por el cual decidí afrontar esa supuesta locura? En parte si, pero en otro sentido, rotundamente no.
Mi familia, amigos y gente cercana se pregunta el porqué de mi actitud en relación a lo que desde fuera puede suponer un simple y rápido método que solo es capaz de hacer un tonto. Visto así, es normal entender que al faltar datos, solamente la idea de un planteamiento que pasa por no comer nada, se valore como una actividad de riesgo digna como digo, de cualquier imbécil, que no sabe lo que hace. Pero no es así.
A lo largo de mi vida he sufrido varios accidentes y he sido una persona que ha vivido diversos percances de los que sin poder decir que salí ileso, si es cierto que salvé la vida. Además, cosas de la evolución y del perfeccionamiento de la especie, nací con una lesión en la columna, que con los años y aunque me quejo lo justo, me tiene demasiado incapacitado y es grave, hasta el punto que las imágenes radiológicas que determinan el alcance de la misma, son incompatibles con mi posibilidad actual de sentarme, levantarme por mi solo o simplemente andar de la puerta de mi casa al bar de al lado. Según parece, no hay mayor explicación, que los funcionales nervios que todavía mantengo, han buscado un sitio para salir y realizan parte de su trabajo.
No hace falta ser muy listo para entender que me sustento a base de química y entre etoricoxib, diazepam y oxicodona , además de otras medicaciones para paliar los daños que generan los fármacos mencionados, soy, nunca mejor dicho, bastante feliz.
Después de explicar todo esto, la primera pregunta que le viene a cualquiera a la cabeza, es: ¿Y por qué no te intervienen quirúrjicamente? La respuesta fácil: La operación implica desmontar mi columna vertebral, retirando del orden de siete u ocho vertebras, para sustituirlas por un sistema fijo de algún material que me mantenga erguido y a su vez, proteja la médula espinal. ¿Se puede hacer ? Si. Se puede hacer a costa de que incluso saliendo todo a la perfección, esa fijación de la parte inferior de la espalda, implicaría pasarse la vida en un permanente entrar y salir de quirófanos, para atacar el desgaste que produciría en el resto de la espalda, dicha fijación.
En este sentido, el peso es muy importante y dada mi también incapacitada voluntad para perderlo de una manera más sistemática y que cualquier deporte que intentara practicar se convertiría en uno de riesgo, es fácil entender que una perdida de 20 o 25 kilos de peso en un corto espacio de tiempo, me viene al pelo.
Por otra parte, esta la cabeza. Y me refiero a la cabeza como la unidad central de proceso que controla nuestro cuerpo y que, ni que decir tiene necesita de esos cuidados especiales, que muchas veces no le procuramos.
No es una cosa que las personas tengamos presente de manera constante. Pero hay que saber, que la capacidad de nuestro cerebro es limitada (demasiado en algunos casos) y que no se puede dedicar a hacer cien cosas a la vez. De esta manera, ¿Qué pasaría si le descargáramos de trabajo? Y la siguiente pregunta: ¿Cuánto tiempo y esfuerzo, dedica nuestro cerebro a controlar el sistema digestivo o excretor? Entonces: ¿Y si lo evitamos?
El año pasado descubrí que al estar sin comer absolutamente nada, se curan enfermedades. Dicho así, parece una burrada, pero nada más lejos que eso. En mi caso, haber estado casi un mes sin comer, ha implicado que el asma intrínseca y los episodios alérgicos que no me dejaban vivir con normalidad, hayan desaparecido.
En el caso de la hipertensión, tengo que explicar, que debido a la medicación actual, es normal encontrar mis niveles en 180 de máxima y 110 de mínima. En este momento estoy sometido a una medicación que ha sido doblada en tres ocasiones para conseguir unos niveles que me mantengan fuera de riesgo. Así que con ayuda de Amlodipino y Olmesartan, me mantengo en unos ratios máximos de 130/85. Dejar de comer, es sinónimo de renunciar a cualquier medicación y esperar que el cuerpo se regule solo. El año pasado, mi tensión arterial bajó a una constante de 120/80 sin tomar ninguna medicación para ello.
¿Dónde esta el truco? ¿Qué pasa con ese hambre que nos hace incapaces de sostener una dieta? Para dejar de comer, hay que ser constante y prudente. Es decir, que no injerir ningún alimento sin haberse preparado para ello, es como tratar de tirarse de un avión a 4000 metros sin paracaídas y pretender seguir vivo, después de aterrizar.
Se necesita una fuerza especial que hace que nuestro estómago se desconecte de nuestro cerebro. De esta manera, el segundo no le pedirá nada al primero y así irán pasando los días. ¡Claro que, dependiendo del ciclo intestinal de cada uno, no iremos al baño en tres o cuatro días! De eso se trataba. De no ocuparnos de esas cosas y de concentrar nuestra potencia mental en todo lo demás. ¿Y hambre? Eliminada.
Calculo que nuestro cerebro gasta el 80 % de su capacidad en controlar nuestro cuerpo. Así, que hagámoselo más fácil y quitémosle ese trabajo. Tendremos tiempo de pensar.
El día 4 de Marzo, empieza el juego. Pretendo estar 60 días sin comer absolutamente nada. No pretendo demostrar nada a nadie. Simplemente quiero conseguir encontrar cosas que están dentro de mí y que hace tiempo que no veo o que entiendo he perdido la capacidad mental, la constancia y la fuerza para entender.
En estos momentos mi tensión esta controlada bajo medicación. Mi peso supera en un 30 % el ideal y mi cabeza esta muy cansada. ¿Qué pasará a partir del próximo día 4? Lo iremos viendo.
Por otra parte, esta la cabeza. Y me refiero a la cabeza como la unidad central de proceso que controla nuestro cuerpo y que, ni que decir tiene necesita de esos cuidados especiales, que muchas veces no le procuramos.
No es una cosa que las personas tengamos presente de manera constante. Pero hay que saber, que la capacidad de nuestro cerebro es limitada (demasiado en algunos casos) y que no se puede dedicar a hacer cien cosas a la vez. De esta manera, ¿Qué pasaría si le descargáramos de trabajo? Y la siguiente pregunta: ¿Cuánto tiempo y esfuerzo, dedica nuestro cerebro a controlar el sistema digestivo o excretor? Entonces: ¿Y si lo evitamos?
El año pasado descubrí que al estar sin comer absolutamente nada, se curan enfermedades. Dicho así, parece una burrada, pero nada más lejos que eso. En mi caso, haber estado casi un mes sin comer, ha implicado que el asma intrínseca y los episodios alérgicos que no me dejaban vivir con normalidad, hayan desaparecido.
En el caso de la hipertensión, tengo que explicar, que debido a la medicación actual, es normal encontrar mis niveles en 180 de máxima y 110 de mínima. En este momento estoy sometido a una medicación que ha sido doblada en tres ocasiones para conseguir unos niveles que me mantengan fuera de riesgo. Así que con ayuda de Amlodipino y Olmesartan, me mantengo en unos ratios máximos de 130/85. Dejar de comer, es sinónimo de renunciar a cualquier medicación y esperar que el cuerpo se regule solo. El año pasado, mi tensión arterial bajó a una constante de 120/80 sin tomar ninguna medicación para ello.
¿Dónde esta el truco? ¿Qué pasa con ese hambre que nos hace incapaces de sostener una dieta? Para dejar de comer, hay que ser constante y prudente. Es decir, que no injerir ningún alimento sin haberse preparado para ello, es como tratar de tirarse de un avión a 4000 metros sin paracaídas y pretender seguir vivo, después de aterrizar.
Se necesita una fuerza especial que hace que nuestro estómago se desconecte de nuestro cerebro. De esta manera, el segundo no le pedirá nada al primero y así irán pasando los días. ¡Claro que, dependiendo del ciclo intestinal de cada uno, no iremos al baño en tres o cuatro días! De eso se trataba. De no ocuparnos de esas cosas y de concentrar nuestra potencia mental en todo lo demás. ¿Y hambre? Eliminada.
Calculo que nuestro cerebro gasta el 80 % de su capacidad en controlar nuestro cuerpo. Así, que hagámoselo más fácil y quitémosle ese trabajo. Tendremos tiempo de pensar.
El día 4 de Marzo, empieza el juego. Pretendo estar 60 días sin comer absolutamente nada. No pretendo demostrar nada a nadie. Simplemente quiero conseguir encontrar cosas que están dentro de mí y que hace tiempo que no veo o que entiendo he perdido la capacidad mental, la constancia y la fuerza para entender.
En estos momentos mi tensión esta controlada bajo medicación. Mi peso supera en un 30 % el ideal y mi cabeza esta muy cansada. ¿Qué pasará a partir del próximo día 4? Lo iremos viendo.
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